IRENE HDEZ. VELASCO. Corresponsal
ROMA.-
¿Jugar sin el calor de los aficionados? Ni hablar. Los clubes italianos reaccionaron ayer con ira a los planes del Gobierno para que los partidos que se celebren en estadios que no cumplan los requisitos mínimos de seguridad se disputen sin presencia de público.
La palabra rebelión surgió tras la reunión que los presidentes de la Serie A y la Serie B mantuvieron para discutir las medidas gubernamentales que hoy aprobará el Consejo de Ministros. Como se recordará, el pasado viernes un policía fue asesinado en el transcurso de una revuelta protagonizada por cientos de hinchas a las puertas del estadio del Catania.
«Jugar a puerta cerrada es demagógico», declaró el presidente del Palermo, Maurizio Zamparini. «Estamos de acuerdo con que se prohíba el desplazamiento organizado de tifosi a los campos rivales, pero nos parece perjudicial jugar sin público. El Gobierno, antes de tomar estas decisiones, debería habernos consultado», añadió sin ocultar su indignación. Y eso que el del Palermo es sólo uno de los cuatro estadios de la Serie A (los otros son el Olímpico de Roma, el Artemio Franchi de Siena y el Olímpico de Turín) que reúnen los requisitos exigidos por la Ley contra la Violencia en el fútbol, aprobada hace un año (la sexta que ve Italia en los últimos 17 años, la cuarta sólo desde 2000).
Aún más rotundo se manifestó el presidente del Nápoles, Aurelio De Laurentis: «¡Eso es fascismo, no pueden imponérnoslo!», señalaba a propósito de la posibilidad de jugar a puerta cerrada. «Los clubes podríamos decidir no jugar, hacer huelga. ¿Por qué motivo deberíamos jugar?».
Durante su comparecencia de ayer en el Senado para informar de los trágicos sucesos de Catania, Giuliano Amato, ministro del Interior, esgrimió el dedo acusador contra los clubes: «Muchas sociedades de fútbol demuestran una clara voluntad de eludir la normativa». Amato sacó a la luz los muy sospechosos certificados de capacidad en los estadios presentados por muchos clubes. Por ejemplo, el Cesena, el Vicenza, el Cremona o el Foggia establecen un aforo de 9.999 espectadores, ya que la legislación obliga a adoptar medidas adicionales de seguridad a partir de los 10.000.
Y eso que en Italia la asistencia a los estadios está en crisis y la venta de entradas representa sólo el 5% de los ingresos de los clubes, estimados en total en 4.000 millones de euros por temporada.
Mientras se sigue llorando al malogrado policía Filippo Raciti, la afición sí que lo tiene claro en esta polémica: en una votación en la página web de Il Corriere della Sera, el 87% se situó a favor de la reciente decisión del Gobierno.
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