Miércoles, 7 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6261.
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Indignación musulmana por las obras israelíes cerca de Al Aqsa
El rey de Jordania afirma que «es un ataque contra nuestros sitios sagrados y una flagrante violación que supone una escalada peligrosa»
JAVIER ESPINOSA. Corresponsal

JERUSALÉN.- El inicio, ayer, de las obras de acceso a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, donde se encuentra la emblemática mezquita de Al Aqsa, auspiciadas por las autoridades israelíes, desató una oleada de críticas en el mundo islámico y «elevó de manera peligrosa la tensión» en todo Oriente Próximo, en palabras del rey jordano Abdalá II.

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«Lo que está haciendo Israel es un ataque contra nuestros sitios sagrados y es una flagrante violación que no es aceptable bajo ningún pretexto. Es una escalada peligrosa. Esos trabajos y excavaciones son una amenaza a los cimientos de Al Aqsa», aseguró el monarca, una de las voces más moderadas de toda la región y cuyo régimen es uno de los pocos del área que mantiene relaciones diplomáticas con Tel Aviv.

Las citadas perforaciones están vinculadas a la construcción de una nueva rampa de acceso a la Explanada de las Mezquitas -localizada en el costado del Muro de las Lamentaciones- a través de la llamada Puerta de los Magrebíes.

El proyecto ha suscitado una sonora polémica entre los arqueólogos israelíes. Varios de ellos criticaron en los medios de comunicación locales tal iniciativa.

Del lado palestino, la tensión derivó en conatos de disturbios ante los llamamientos de diversas agrupaciones para que los fieles acudieran al lugar para impedir los trabajos. Varios cientos de jóvenes se enfrentaron a pedradas con la policía israelí en lugares como el campo de refugiados de Shoafat, al norte de Jerusalén. Las fuerzas de seguridad desplegaron cientos de efectivos, incluidas tropas a caballo. Numerosos líderes islámicos, desde Raed Salah, jefe del Movimiento Islámico en Israel, al primer ministro palestino, Ismail Haniya, exigieron movilizaciones y protestas populares. «Es la hora de una Intifada del pueblo islámico», pidió Salah, que se personó en las inmediaciones de la Explanada.

«Israel está jugando con fuego», indicó el lunes el líder de Hamas en el exilio, Jaled Meshal. Hasta la Yihad Islámica lanzó dos cohetes Qassam contra la ciudad de Sderot justificando tal acción como «represalia» por lo acaecido en Jerusalén.

Políticos izquierdistas israelíes como el parlamentario Yosi Beilin también advirtieron sobre las «consecuencias devastadoras» que podrían acarrear estas obras en un entorno tan controvertido como la Explanada. «Todo el mundo recuerda las consecuencias de la visita de Ariel Sharon al Monte del Temlo [así llaman los israelíes a la Explanada]. Es un trabajo irresponsable», dijo Beilin.

La situación alcanzó tal tirantez que el primer ministro israelí, Ehud Olmert, se vio obligado a intervenir asegurando que «la construcción del puente está situada completamente fuera del Monte del Templo y no supone ningún peligro para él».

«No pretendemos acercarnos al Monte del Templo», le secundó Yuval Baruch, uno de los responsables de las excavaciones. «La incitación que se está registrando en el mundo musulmán es simplemente un intento de transformar un acto no político en algo religioso. Las excavaciones están siendo llevadas a cabo por un equipo de profesionales y expertos», añadió.

La alarma de los palestinos no se alimenta sólo de la sensibilidad religiosa que rodea tradicionalmente a este enclave, cuya soberanía intenta disputarle los israelíes. Desde el mismo día en el que las tropas israelíes ocuparon dicho lugar en 1967 los grupos más fundamentalistas del espectro judío han abanderado diferentes complots para destruir Al Aqsa, incluido el plan para dinamitar la zona que intentó implementar el rabino Shlomo Goren, que acompañaba a las victoriosas tropas de Israel en la famosa Guerra de los Seis Días.

En 1982 las perforaciones subterráneas que se estaban realizando en un túnel que partía del Muro de las Lamentaciones y seguía a lo largo del perímetro de la Explanada permitieron descubrir una puerta sellada que dirigía hacia el terreno situado bajo el enclave musulmán. Un grupo de palestinos escuchó el sonido de las obras y encontraron a los israelíes, lo que a punto estuvo de provocar un altercado mayor.

La tensión explotó con toda su virulencia en septiembre de 1996, cuando el primer ministro Benyamin Netanyahu decidió inaugurar ese pasadizo subterráneo. La sublevación palestina -a la que se llegaron a sumar las fuerzas de seguridad leales a Yasir Arafat- dejó cerca de 80 muertos y decenas de heridos.

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