Miércoles, 7 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6261.
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Siempre hay peligro para aquellos que lo temen (George Bernard Shaw)
 OPINION
AL ABORDAJE
Banderas
DAVID GISTAU

A los manifestantes del pasado sábado se les acusó de portar, no ya la bandera española, sino incluso abrigos de visón que propagaban cierto aroma culpable a barrio de Salamanca. Aun sin el aguilucho, los ingredientes parecían los adecuados para que la propaganda progresista forzara un retrato reductor de la increíble muchedumbre menguante como el típico material humano del que hay que preservarse con un cordón sanitario. Algo así como los últimos zombis de la España más rancia reclamando que les sea devuelto el cortijo arrebatado por la Transición.

Esta imagen buscada en vano tendría que haberla favorecido la interiorización colectiva de un discurso sobre el cual Jiménez Losantos lleva toda la semana escribiendo. Ése que impusieron los intelectuales de la periferia aprovechándose de que, en el post-franquismo, España tenía complejo de culpa y que por definición relaciona la bandera española con el facherío y con la caricatura en plan Manolo el del Bombo. Y que por lo tanto la obliga a replegarse, a ser denostada como a todo aquello que no es cool: polvo y moscas. Mientras que las banderas nacionalistas, incluso cuando estimulan patriotismos desaforados de mano al pecho, incluso cuando sirven de coartada a duros regímenes de vocación totalitaria y excluyente, siempre se beneficiarán de una aprobación progresista que favorece, sin que nadie repare en la pérdida de los principios liberales, si es que los hubo, los pactos de poder con la izquierda. Determinado todo como todavía lo está por la obsesión franquista a la que aún no ha salido una generación inmune, Pérez-Carod, atornillado a su boina y De Juana Chaos, metiendo tripa como Victor Mature, son cool. Mientras que la señora del barrio de Salamanca, con su banderita, le pegó el tiro a Lorca y además es una casposa.

Así las cosas, al PSOE no debería haberle molestado que los manifestantes del pasado sábado se empapelaran con el símbolo nacional. Al contrario. Si las manifestaciones de la gente bien y pacifista, de los nuevos hombres alumbrados por el Régimen y protegidos por un cordón sanitario, son aquéllas en las que hay banderas republicanas y pañuelos palestinos en vez de visones y banderas constitucionales, los manifestantes del sábado se habrían definido ellos mismos como antigualla cavernaria. Pero algo ocurrió el sábado que asusta al PSOE. La bandera española renació, lavada su imagen, renovado su contenido, como símbolo que no carga con culpas ni vergüenza, y que es tan colectivo que incluso abarca a una izquierda, la de Rosa Díez, que se resiste tanto a la abducción nacionalista como al trapicheo con ETA. Una nueva España, acaso. Que no controla 'Zetapé', que ha adquirido conciencia de sí contra Zetapé. Esto no lo vieron venir y no saben ahora cómo desactivarlo.

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