Jueves, 8 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6262.
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El secretario general de Política Lingüística admite que el catalán no está en peligro
Pueyo llama «narcisistas» a los que anuncian el fin de la lengua en 'El fantasma de la mort del català'
LLUCIA RAMIS

BARCELONA.- Son tópicos que han hecho fortuna. Frases como que «el catalán está retrocediendo a marchas forzadas», o que el idioma se encuentra en la UCI, no responden a la realidad, según el secretario de Política Lingüística de la Generalitat, Miquel Pueyo. Y no es que él sea optimista con respecto a la situación de la lengua. Es que está harto de que, «cuando se habla del futuro del catalán, en realidad se esté hablando de su muerte».

Para Pueyo, hace 300 años que se está vaticinando la desaparición del catalán; y la culpa la tiene «un exceso de narcisismo por parte de quienes proclaman este tipo de veredicto». Tres siglos después de que se anunciara por primera vez, su desaparición no sólo no ha tenido lugar, sino que sigue siendo el «megatema» de la comunidad catalana. Y es que, si bien la opinión sobre la cuestión -casi siempre apasionada y melancólica- ha hecho correr ríos de tinta, «es difícil hacer circular información» acerca de la salud real de la lengua. Sobra tremendismo, pero faltan argumentos que lo sostengan.

El fantasma de la mort del català (publicado en Proa) acaba con los tópicos que aseguran que al catalán le quedan seis meses de vida. Y lo hace poniendo los datos sobre la mesa. Tras cuestionarse sobre la viabilidad de conceptos como decadencia y Renaixença, el autor demuestra que, pese a sus «carencias», la lengua de Llull se utiliza públicamente con «normalidad».

Por eso Pueyo pide que el catalán se deje de victimismos, y alerta de que los efectos son contraproducentes. Como ejemplo, esta metáfora: «Difícilmente conseguiremos que alguien se suba a un barco si le decimos que está a punto de hundirse». Una «tendencia suicida por ocultar nuestra propia lengua», una «desconfianza intrínseca a la capacidad de aprendizaje de las personas», y el miedo que implica descubrir hacia dónde se dirige el catalán son las causas, según el filólogo, del eterno debate sobre su uso.

Mediante el «panfleto en el sentido de Joan Fuster» que es El fantasma de la mort del català, Pueyo enumera los tres efectos que provoca sostener que la lengua está en peligro. Primero: desmoraliza a los usuarios que pretenden hablarla con normalidad; segundo: satisface a quienes desean deshacerse de la obligación de utilizar el idioma; y tercero: frena a aquéllos que quisieran aprenderlo.

El resultado -además de llenar páginas y páginas de opinión- es que, en una determinada franja de edad, el catalán no se habla porque «está marcado por las instituciones, y se relaciona con el colegio y el gobierno», según explicó Pueyo ayer durante la presentación del libro.

Así, si los jóvenes entre 15 y 29 años son los que tienen un mayor conocimiento de la lengua, paradójicamente son también quienes menos la utilizan. «Luego la recuperan, cuando se estabilizan y se hacen reproductores», especificó Pueyo. Se refería a que la catalana es la lengua con la que los padres suelen educar a sus hijos.

Militante de ERC y director de planificación lingüística «hasta que el Govern anterior expulsó a los de mi partido», Pueyo se ha pasado dos años «cultivando un huerto, dando clases en la Universitat de Lleida y pensando en este libro». Ahora que se ha incorporado como secretario de Política Lingüística, no ha cambiado ni una coma de su texto.

Pueyo cree que en Cataluña deberían hablarse «dos de las tres lenguas oficiales (incluye el occitano), y una cuarta, como el inglés». Y añade que «el Gobierno central no debería entrar en la educación catalana sin negociar con la Generalitat como si fuera un elefante en una cristalería».

El autor niega que el optimismo y el pesimismo sean categorías objetivas para hablar de la lengua catalana: «Lo único que pido es que no gastemos la energía repitiendo que hoy hablamos menos catalán que ayer pero más que mañana».

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