RUBÉN AMON. Corresponsal
PARIS.-
Las cuestiones de vecindad no implican una relación cultural fluida entre España y Francia, aunque de vez en cuando aparecen excepciones polifacéticas, como la de Yann Tiersen, autor de la banda sonora de Amélie, rockero en ebullición y protagonista de una gira de siete conciertos entre España y Portugal (desde el próximo día 27, en Zaragoza, hasta el 6 de marzo en Lisboa).
El cantante y compositor bretón, deudor de la influencia anglosajona, vela las armas de la gira en un café anónimo de París. Le acompañan su hijo y su perra, fuma compulsivamente y lleva puesto un ampuloso reloj de marca suiza, que desafina con su aspecto desaliñado y sus ojeras.
«Es verdad que no hay un intercambio fluido entre Francia y España. Como tampoco existe entre Francia y los demás países. Es decir, que el problema es nuestro. Tenemos una visión egocéntrica de la cultura. Nos creemos esta especie de superioridad. Por un lado, existe la pretensión política de mantener a capa y espada esta idea trasnochada de la grandeur. Por otro, existe un público que sigue perseverando en el chovinismo. Creo que unas y otras razones han llevado a Francia a una situación de aislamiento cultural», explica con un hilo de voz el pujante hombre orquesta.
Tiene ganas de volver a embarcarse en una gira. La última ha adquirido forma en un DVD y en un CD (On tour), que el músico francés valora como un punto de inflexión determinante de su sólida carrera.
Necesitaba liberarse, compartir con una banda la experiencia de hacer música en común. «Este trabajo es la prueba de que hemos encontrado un estado de alquimia entre los músicos. Y con el público. Me gusta el resultado porque se transmite una sensación de espontaneidad, de desinhibición y de frescura», explica el maestro bretón.
Nada que ver con el enfoque académico y costumbrista de Amélie. Tampoco con su colaboración intimista en la banda sonora de Goodbye, Lenin!, ejemplo elocuente de una relación con el cine que Yann Tiersen valora desde una insólita perspectiva «discriminatoria».
«La música y las imágenes no tienen nada que ver», explica taxativamente. «Son lenguajes distintos. Es verdad que después se produce, o puede producirse, una comunión en la pantalla, pero yo no compongo las bandas sonoras inspirándome directamente en las secuencias. Mi manera de trabajar es esencialmente instintiva. Mi música va surgiendo, desarrollándose de una manera progresiva. Nunca se dónde voy a llegar cuando empiezo a componer una canción».
El método, o el antimétodo, le ha funcionado en diferentes planos. La banda sonora de Amélie vendió 750.000 copias, mientras que los últimos discos personales (Les retrouvailles y On tour) le han granjeado reputación y prestigio en círculos musicales donde pesan más las notas que el dinero.
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