Para 2012, la media de emisiones de CO2 producidas por los coches nuevos en la Unión Europea no deberá superar los 120 gramos por kilómetro recorrido (g/km). Los vehículos estarán autorizados a emitir hasta 130 g/km y el resto en la reducción de emisiones se logrará a través de mejoras en el desarrollo de biocombustibles. El consumo medio sería de 4,5 litros cada 100 kilómetros para coches diésel y cinco litros para los de gasolina. Alcanzar este objetivo supondría elevar en un 25% la eficiencia media de los vehículos que se producen en Europa, cuyo actual nivel de emisiones es 161 g/km, y situarlos a la vanguardia global en términos medioambientales.

El problema alemán

Se trata de una propuesta que aspira a convertirse en norma comunitaria a finales de 2007. Para lograrlo deberá ser aprobada por los Estados miembros de la Unión Europea en un proceso que será vigilado muy de cerca por Alemania, país que ocupa la presidencia de turno en la UE. Hace tan sólo una semana, la canciller germana, Angela Merkel, se declaró dispuesta a defender los intereses de la industria alemana, productora de las gamas de vehículos más potentes pero menos eficientes en materia de emisiones de CO2 y contraria a una legislación demasiado estricta.

«Los objetivos europeos de reducción de emisiones son, junto a los de los japoneses, los más ambiciosos del mundo», señaló la CE. Es uno de los pocos puntos en el que los fabricantes de automóviles coinciden, sólo que añaden que se trata de límites establecidos de forma arbitraria, es decir, sin estar basados en estudios que aclaren qué esfuerzo económico exigirán y qué consecuencias tendrán sobre la competitividad de los fabricantes.

«Basar la reducción de emisiones únicamente en los fabricantes de automóviles obligará a asumir sobrecostes, lo que llevará a la pérdida de empleo y a la deslocalización de producción fuera de la UE», advirtió el principal lobby de constructores de vehículos, Acea.

Esta asociación, que incluye a todos los fabricantes europeos y norteamericanos establecidos en Europa, ha presionado para que los esfuerzos en reducción de emisiones sean compartidos por las administraciones a través de incentivos fiscales a los coches verdes y los fabricantes de combustibles.

Su punto de vista fue en parte suscrito por el comisario de Industria, Gunter Verheugen, quien indicó que los países fabricantes de automóviles pequeños y medianos como España o Italia podrían ser los primeros en sufrir las consecuencias de unos objetivos demasiado estrictos al tener que competir con los precios de los coches similares producidos en terceros países.

El proyecto de la CE descarta sin embargo estos riesgos al señalar que los fabricantes más eficientes desde el punto de vista medioambiental serán los más competitivos y destacar que varios de los modelos menos contaminantes se producen precisamente en España, como es el caso del Volkswagen Polo o el Ford Fiesta.