El último se presenta hoy en sociedad a iniciativa de Evelyne Pathout y con un título inquietante: Ségolène Royal, luces y sombras. La autora trabajó como asistente de la Zapatera entre 1995 y 1997, de modo que se considera suficientemente autorizada para definirla como una mujer arrogante, autoritaria, fría, egoísta y esencialmente irascible.

Nada que ver con la imagen pública de Ségolène ni con sus artes telegénicas, aunque el retrato sombrío de Evelyne Pathout se explica sospechosamente en un doble frente oportunista. Primero, porque ella misma mantiene desde hace una década un litigio laboral con la candidata socialista. Y, en segundo lugar, porque actualmente trabaja como asistente en el despacho de dos diputados del partido de Sarkozy (UMP).

«No he escrito un libro interesado. Simplemente quiero demostrar que la reputación de Ségolène Royal no se corresponde con quien realmente es. Hay una distorsión que conviene explicar a los franceses. Podría ser nuestra presidenta. Y no creo que sea bueno encomendarnos a su avaricia y su negligencia», señala con puntos suspensivos la autora del retrato.

Empecemos con los detalles prosaicos. Dice Evelyne Pahtout que madame Royal es agarrada con el dinero. También le reprocha haberla contratado precariamente y haber ejercido su orgullo a costa de la propia familia.

Sucedió en 1996, cuando recibió la visita del presidente Chirac en la circunscripción de Deux-Sévres (oeste de Francia). Cenaron juntos diplomáticamente, pero madame Royal rechazó la oferta de embarcar en el avión presidencial rumbo a París cuando trascendió la noticia de que su hijo de nueve años había sido hospitalizado en la capital francesa.

«El niño se quedó solo con su ataque de apendicitis. Llamó a su madre llorando. Ella prefirió regresar en coche mucho más tarde con tal de no plegarse a un favor del presidente Chirac. Se justificaba diciendo que prefería sentirse libre y mantener una opinión objetiva del jefe del Estado», recuerda Evelyne Pathout en un pasaje polémico de su libro. Son las sombras del cuadro.

Y las luces parecen bastante tenues, puesto que se limitan a definir y a decorar el primer impacto que le produjo su primera entrevista con la diva socialista: «Me impresionó que fuera mujer, que fuera joven y que fuera tan dinámica».

También ha sido esa la impresión superficial que se han llevado muchos compatriotas, aunque Ségolène Royal tiene serios problemas para mantener su posición y su credibilidad de aspirante al Elíseo. Tanto por la rivalidad enérgica de Nicolas Sarkozy, candidato rival en la orilla derecha, como por las maniobras de autodestrucción que ella misma ha protagonizado estas semanas a cuenta de sus deslices y ausencias.

Los últimos sondeos declaran una perdida de popularidad de 11 puntos y confirman un margen de maniobra de ventaja favorable a Nicolas Sarkozy.

Quizá por ambas razones, el Partido Socialista ha promovido esta semana unos planes de resurrección iniciados anteanoche en París -hubo un mitin de 8.000 espectadores- y centrados en la cumbre programática del domingo.