En la Avenida de la policía, como llaman los kosovares a un tramo de tierra mellada por desniveles y agujeros donde se alinean todoterrenos de la ONU, la OSCE y las fuerzas locales, un comandante improvisa sonriente, en la puerta de la comisaría, un mensaje ante tres reporteros de Bruselas: «Saludad a Solana. Y decidle que queremos independencia, que queremos independencia para renunciar a ella y dársela a la UE».
La promesa europea para la provincia de mayoría albanokosovar que busca la separación definitiva de Serbia es el gancho más eficaz para que sus dos millones de habitantes esperen con «calma», «responsabilidad» y «trabajo duro», como les pidió ayer el jefe de Política Exterior de la Unión, en su primera visita después de las elecciones serbias y la presentación del plan para la independencia de Martti Ahtisaari, el enviado de la ONU. La misma perspectiva es la que puede seducir al nuevo Gobierno de Belgrado a ir asumiendo, poco a poco, la pérdida.
Sin embargo, mientras continúan las negociaciones de coalición entre las fuerzas serbias, el primer ministro, Vojislav Kostunica -la clave para que el europeísta y moderado presidente Boris Tadic pueda formar Gobierno-, volvió a rechazar con contundencia la independencia de Kosovo ante los líderes europeos.
El primer ministro acusó a Ahtisaari de no respetar las charlas del año pasado entre las partes y de «intentar quitarle Kosovo a Serbia», poniendo en peligro la estabilidad de los Balcanes y de otros países con independentistas, para quienes, amenazó Kostunica, Kosovo «será un precedente». Muy serio, recordó que la Carta de Naciones Unidas protege el respeto a la integridad territorial de un país y que quitarle la provincia a Serbia en contra de su voluntad sería una «violación de los principios del Derecho Internacional».
Tadic, quien recibió en su imponente palacio presidencial a los europeos, también insistió en que la independencia es «inaceptable», pero los líderes serbios, al menos, se comprometieron a hablar con Ahtisaari para «cambiar» algunos puntos de su plan y utilizar «lo que es bueno para Serbia». Aún así, el despliegue de la UE en Belgrado, incluidos el comisario de Ampliación, Olli Rehn, y Frank-Walter Steinmeier, el ministro alemán de Exteriores, que preside este semestre la Unión, los serbios escucharon de los europeos promesas de reanudación de las charlas con Bruselas si muestran más flexibilidad con Kosovo y cooperación con el Tribunal de la ONU para la ex Yugoslavia.
Solana comentó en el avión rumbo a Serbia a un grupo de reporteros que, aunque la relación bilateral entre Serbia y la UE y el estatus de Kosovo son dos asuntos «separados», el comportamiento de Belgrado hacia el plan de la ONU será «un test de cómo son de constructivos». Tadic comentó después que son «dos procesos paralelos».
Los europeos están dispuestos incluso a renunciar al requisito del arresto de Ratko Mladic, el ex general serbobosnio acusado de la masacre de Srebrenica, y a pedir sólo «señales» de cooperación con el Tribunal para la ex Yugoslavia para reanudar las negociaciones del Tratado de Estabilización y Asociación con Serbia -el primer paso hacia la adhesión- suspendidas el pasado mayo. «Condición no es una terminología que vaya a usar hoy», reconoció Solana, crítico con la interrupción de las charlas con Belgrado. Rehn también comentó que un nuevo Ejecutivo «puede ser un nuevo comienzo hacia Europa». «Serbia pertenece a la UE», dijo también el ministro alemán.
A los europeos tampoco les parece un problema esperar unos días, al menos mientras se constituye el Parlamento serbio, para el encuentro en Viena propuesto para el martes por Ahtisaari mientras el Gobierno de Belgrado se comprometa a dialogar «de manera seria». Aún así, la decisión de aceptar el retraso es del enviado de la ONU, que aún tiene que votar una resolución para resolver el final de sus ocho años de protectorado y crear un país de soberanía limitada donde la UE, de momento, tendrá grandes poderes policiales y ejecutivos.