DAVID GISTAU
Creo que fue Félix de Azúa quien dijo que la gauche-divine barcelonesa empezó tomando copas y acabó tomándose en serio. Esta evolución en la que un crápula ilustrado acaba convirtiéndose en un pelmazo de la redención subido con un megáfono a un taburete es la que desemboca, en la actualidad, en la pareja de hecho compuesta por Mayol y Saura. Quienes vienen a ser como los Bonnie and Clyde de la política nacional: mientras uno declara algo que agrede la propiedad privada o la legislación sobre drogas, el otro le espera fuera con el coche en marcha.
Y mientras tanto, al Tripartito, al refundado y al anterior, le debemos ya más risas que a Fofito: «¿Cómo están ustedeees? Hoy no ha venido Pérez-Krusty para hacer el numerito de la corona de espinas. ¡Pero el Conseller de Interior pedirá la legalización de las drogas! ¡Y Follat a la Dreta!».
Los niños bien de la gauche divine, por hacerse perdonar lo de la pérgola y el tenis, se fueron de excursión al reverso anti-sistema de la existencia. Al «lado chungo» de Albert Pla, donde habrían de someterse a una terapia de compromiso social que aliviara eso que García Domínguez llama «la mala conciencia de los golpes que la vida nunca les había dado». Todos fueron volviendo, dispuestos, no sé si a seguir tomando copas, pero desde luego a no tomarse tan en serio. Menos Mayol & Saura, que han subido el tono de su dialéctica anti porque ahora encima tienen que hacerse perdonar el cargo, el acomodo en el poder con sus ventajas burguesas. Así, un día ella se pone al frente de los sans-coulottes como improbable Marianne okupa. Y poco después, el jefe de la Policía autonómica y presunto custodio de las leyes va y las cuestiona.
La aportación de Saura al debate sobre la legalización de las drogas contiene sin embargo un valor positivo. Porque de alguna manera corrige la obsesión prohibicionista del Gobierno. Que está basada en dos prejuicios: que los ciudadanos son como niños incapaces de elegir por sí mismos lo que les conviene, y que los vicios, como los toros y las hamburguesas, son todos de derechas. Contra el piquete moralista encarnado por la ministra Salgado, Saura nos ha devuelto al tiempo en que la gauche-divine creía que la contracultura y sus vicios no sólo eran un espacio de libertad para el ciudadano. Sino que incluso había que evangelizar con ella a una triste Meseta necesitada de ser rescatada desde la barra de Bocaccio. Y esto lo ha dicho ahora que tanto se han estrechado los márgenes concedidos por el Estado que hasta tomarse una copa de vino es transgresión. Con Capello y Salgado aboliendo todas las fuentes de diversión en la Meseta, y con Mayol y Saura proponiendo barra libre en Cataluña, no va a quedar sino mudarse.
|