Gran Teatre del Liceu
Intérpretes: Montserrat Caballé (soprano), José Ramón Tebar (piano).Obras: Händel, Cherubini, Mayr, Niedermeyer, Gounod, Leoncavallo, Brahms, Pahissa, Obradors. / Fecha: 7 de febrero.
Calificación: ***
BARCELONA.- A veces el destino provoca que un concierto tenga vicisitudes que hacen que el resultado sea inferior al previsto.Montserrat Caballé, que considera -y con razón- que el Liceu es su casa, tenía previsto un concierto para el pasado 26 de noviembre, que tuvo que anularse por enfermedad de su pianista Manuel Burguesas: primero se cambió de día, pero al final hubo que cambiar de pianista. Además todo se agravó porque la cantante tenía, según sus propias palabras, «un constipado como una m...», lo que como es lógico afectó a sus condiciones vocales.
Además, el cambio de acompañante comportó una variación del programa: páginas de autores operísticos con arias totalmente infrecuentes fueron sustituidas por canciones, que aunque también tienen interés privaron a los espectadores de descubrir obras desconocidas.
El escenario también fue distinto, ya que en lugar de cantar sobre la orquesta, se montó la caja acústica, con lo que los intérpretes estaban algo más lejos, pero en un espacio más cerrado que permitía una mejor proyección de la música. El programa finalmente elegido era variado con fragmentos operísticos de Lucrecia de Haendel, Demofonte de Cherubini, La Medea de Mayr y finalmente Marie Stuart, estrenada en París en 1844, de Louis Niedermeyer, desconocido compositor suizo. Luego siguieron canciones de Gounod, para adentrarse en el lieder alemán, con obras de Brahms, rindiendo finalmente homenaje a los autores españoles, con canciones de Jaime Pahissa y Obradors.
Montserrat Caballé tiene sobre sus espaldas una muy dilatada carrera, con obras difíciles que le han llevado a la cumbre en los mejores teatros de ópera. La soprano mantiene su gran belleza vocal, bastante homogénea, su innata musicalidad, la calidad de sonido y ese estilo que comunica al público, ya sea por el canto o por determinados gestos o comentarios. Pero, como es lógico, la voz precisa de un proceso de calentamiento más largo;el famoso fiato de Caballé surge en momentos de forma clara, mientras que en otros es algo más cortante y el fraseo es más entrecortado.Con un canto recitado, en una inteligente administración de los recursos, junto a su gran dominio técnico, permite a Caballé superar las dificultades de un repertorio, elegido con cuidado.Destacó especialmente en la obra de Niedermeyer y en las partituras de Leoncavallo, que cerraban la primera parte, y en las canciones de Pahissa y Obradors, con las que se terminaba el recital. El acompañamiento de Ramón Tebar, preparado solo en tres intensos días, fue profesional, estudiado, pendiente de la cantante y con una gran entrega.