Es lo que ocurre con los «análisis a futuro» a partir de datos razonablemente computados. Pues bien, como si se tratara de un escritor de ciencia ficción, Pedro Nueno pretende estar comentando noticias de un periódico del año 2020, atribuyendo al pasado -a la política de previsión de los gobernantes de hoy- el origen de los problemas. Las noticias que se analizan no son nada buenas.Nuestros hijos y nietos, además de sus impuestos y de sus hipotecas, habrán de afrontar el «copago» de la sanidad pública, de la energía y del transporte. El primero por el derrumbe (y consecuente «deslocalización») de la industria farmacéutica española o con sede en España; el segundo por la más absoluta carencia energética, consecuencia del derroche y de la falta de inversiones (las empresas se habían limitado a hacerse la puñeta unas a otras y a exprimir a los usuarios; los ciudadanos, añado yo, se habían limitado a alimentar su buena conciencia apagando las luces cinco minutos al año; y ahora resultaba necesario importar energía carísima de las centrales nucleares francesas); en cuanto a las comunicaciones, absolutamente colapsadas, se entendía que, para desalentar el transporte por carretera no había otra solución que la de la multiplicación al cubo de todos los peajes (de hecho, la vía más rápida para ir de Barcelona a Girona -¿y qué pasaba en 2020 con el tren?- era el trayecto aéreo Barcelona-Madrid-Girona...).Recuerdo en este punto las predicciones del ingeniero, creo que por encima de toda sospecha, Pedro Durán Farell, quien vaticinaba el colapso del espacio aéreo para finales del pasado siglo: un apocalipsis que no se cumplió, salvo por las multitudes de viajeros abandonados a su suerte en todos los aeropuertos del mundo y la pérdida sistemática de conexiones y enlaces.

La futurología (impopular) ¿es de izquierdas o de derechas? Sabemos calificar la que atañe al cambio climático, pero ¿y las otras? ¿Hay gobierno auténticamente responsable de que no trabaje a partir de «análisis a futuro»?