Viernes, 9 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6263.
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Amigos, conocidos...
MONTSERRAT NEBRERA

El final es poco imaginativo, no cabe duda, pero Negociador, la película dirigida por F. Gary Gray en 1998, no resulta atractiva por la intriga de quién pueda ser el culpable en una trama de corrupción policial. La mayor aportación radica en su despiadado análisis del alcance de la amistad, más aún, de la fraguada en entornos laborales, y ello al margen de contener la trágica ironía de que el personaje cuya función da título al filme se arroga haber evitado un atentado mortal contra las Torres Gemelas.La mayor parte de las ocurrencias de ficción sobre este tema han envejecido sus vehículos con la misma velocidad en que los aviones se estrellaron contra los edificios. Es, a mi juicio, un aviso para los más soberbios navegantes.

El tema es un clásico: policía intachable, al que parte de sus compañeros le endilgan la muerte de uno de ellos que les había descubierto cuando les descubre estafando a toda la unidad, mientras el resto lo mira desconfiadamente una vez corroídos por la sospecha de que la acusación sea cierta. La contemplación de cómo la cizaña crece allá donde la amistad no era más que un nombre se hace más triste en su contraste con el modo en que un vínculo indestructible se va forjando entre extraños que saben que no pueden sino crecer desde lo más bajo: así se fragua la amistad de Dani, el policía que interpreta Samuel L. Jackson, y dos de sus tres contrapuntos (el otro es su mujer, amor, esta vez, más allá de cualquier duda): el chivato exdelincuente, por una parte, y el negociador que da su nombre al filme, interpretado por Kevin Spacey, en el otro lado del triángulo. Casi todo discurso literario acaba siendo un triángulo.

Mientras Dani no consigue convencer a esos dos personajes de su integridad moral, la amistad en el filme no se vislumbra.De hecho busca a un desconocido, Spacey, para que negocie con él cuando secuestra a varias personas, porque sabe que no puede fiarse de nadie. No hay hasta entonces más que un hombre solo, que sabe de su inocencia y de la culpabilidad de otros, y que deberá forzar, como el negociador, un ejercicio de autoridad para ser reconocido en el entorno: el policía aparenta haber matado a otro, para conseguir forjarse el aura de que es capaz de todo; el negociador consigue sacar del espacio de secuestro a uno de los retenidos, lo que por un rato le otorga la consideración de líder. Era casi obvia la elección de ese retenido liberado para ser el culpable de la historia.

La amistad verdadera es invulnerable, eterna, va más allá del tiempo y del espacio, que significa sobrevolar las circunstancias concretas, sobre todo cuando se forja en la comunión de valores.No cede jamás, inamovible, haciendo del resto meros saludados, a lo sumo conocidos, parafraseando a Josep Pla. La amistad verdadera es el sinónimo de la fidelidad, el resto sólo cabe entenderlo como coincidencia. Sin embargo, algo de esperanza cabe tener incluso respecto de los seres más débiles: ¿se aprende del error?, ¿existe para ellos posibilidad de salvación moral? Si así no es, al menos lo intentan, de modo que alguien pueda decir, pasado un tiempo, que valió la pena el esforzado camino realizado por el héroe que siempre pensó serlo. Al fin y al cabo, también él era un esforzado negociador

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