Lo dijo Maradona desde el centro del campo de a Bombonera, en el día de su despedida del fútbol y entre ríos de lágrimas de su gente. «El fútbol es el deporte más lindo y sano que existe».
Los trágicos incidentes del partido entre Catania y Palermo han vuelto a conmocionar al mundo del balón y han reabierto el debate sobre la violencia en este deporte. Filippo Raciti, un policía de 38 años, murió la tarde del dos de febrero tras la batalla campal que organizaron los aficionados radicales del equipo local.
Aquella tarde, Raciti, a quien no le gustaba el fútbol, dijo a sus compañeros una frase premonitoria. «Hoy el ambiente está muy sucio». Lo complejo de su autopsia revela la brutalidad que se vivió en la localidad siciliana. Se habló primero de que una gran piedra había impactado en la furgona policial donde se encontraba Raciti. Después, se supo que le había estallado encima una bomba casera que se coló por la ventanilla del vehículo. El motivo de su muerte fueron, sin embargo, las graves heridas que presentaba en el hígado. El arma homicida podría ser un retrete arrancado a la fuerza del estadio o una tubería. Tras la confusión, sólo una cosa es segura: a ninguno de los dos huérfanos que ha dejado Raciti les gustará jamás el calcio.
Y eso que la pelota de fútbol es un objeto inofensivo, ideado para el ocio, no para el delito. Su circunferencia media está entre los 68 y los 70 centímetros, y su peso ideal no supera los 450 gramos. No hay playa, ni jardín, ni patio de escuela en el mundo en que los niños no se hayan arremolinado en su búsqueda.Pocos habrán sufrido percances distintos a torceduras de tobillo y moratones en la pierna, y, sin embargo, las tragedias se han ido sucediendo desde que este deporte se convirtió en un vicio global.
Todo el veneno de que carece el balón lo monopolizan los grupos ultras, que desde hace lustros están detrás de la crónica negra futbolística. Sin embargo, no hay club que pueda presumir de no tener en sus gradas un anfiteatro dedicado a los radicales.El Barça les retiró sus privilegios en 2003 y el Espanyol empieza ahora su lucha contra sus violentas Brigadas Blanquiazules. Sin embargo, estos grupos han acreditado sobradamente que les sobra tozudez para seguir con sus fechorías.
Para estos hinchas, el fútbol no es más que una excusa perfecta para ejercer la violencia. Podrían elegir como marco para ello los conciertos música clásica o las homilías en la iglesia, pero ocurre que el balón, en su cándida naturaleza, resulta más asequible para las mentes simples.
Nada en el fútbol debería ser más sucio que los legendarios marcajes de Hierro a Rivaldo o que las entradas a destiempo de Motta.Bien lo sabía Maradona, que en el adiós a su deporte provocó un espasmo lacrimógeno colectivo pidiendo justicia para ese cándido y esférico objeto que puebla tantos sueños infantiles. «Yo me equivoqué y pagué», dijo, «pero la pelota no se mancha».