Niños con alguna pierna amputada por una mina o sentados en sillas de ruedas por la polio o quemados en un accidente. Ellos fueron la semilla de un proyecto tecnológico y solidario, desarrollado en Camboya, por la fundación española WordForge (La Forja de la Palabra, en inglés). Su objetivo: lograr que los camboyanos puedan manejar los ordenadores en su idioma, el jemer, y que su acceso a los programas más punteros sea gratuito. En definitiva, ponérselo un poco más difícil a la brecha digital entre ricos y pobres.
Fue en un centro dedicado a los niños minusválidos, en la ciudad de Battambang, donde aterrizó el ingeniero informático español Javier Solá tras abandonar sus negocios en Madrid, hace ahora cuatro años. «Comprendí enseguida que su futuro era muy negro. Muchos son víctimas de minas antipersona y nunca podrán hacer un trabajo físico. La informática podía ser una salida para ellos, pero me encontré con que todos los programas eran en inglés, un idioma que no conocían, y me puse manos a la obra».
Poco después comenzaba a trabajar en el proyecto KhemerOS, y ya ha traducido programas básicos de ordenador (tratamiento de texto, hojas de cálculo, acceso de Internet, correo electrónico, etcétera) a la compleja lengua jemer, un idioma con más de 50 vocales cuyos caracteres se combinan en espirales.
'Software' libre
Como se trataba de que el resultado fuera barato (la mayoría de la población vive con un dólar al día), la fundación, y su contraparte camboyana, Open Institute, optaron por utilizar software libre, que es el que está disponible gratuitamente en internet. Tanto para los programas como para el sistema operativo.
Desde 2005, ya se han formado a 500 profesores, 2.000 funcionarios y más de 2.000 alumnos en el nuevo programa Slekret (nombre de los antiguos libros en sánscrito de los monjes camboyanos). Además, el Gobierno del país se ha involucrado en la iniciativa y se ha marcado como objetivo que en 2009 sean los programas en jemer los que se utilicen en todo el país, tanto en la enseñanza como en la administración, hoy coja de tecnología.
«Las autoridades saben que hasta 2013, la Organización Mundial del Comercio permite que no se persiga la piratería en Camboya, pero cuando tengan que pagar patentes por los sistemas de los 80.000 ordenadores que se venden cada año, el coste será de 100 millones de dólares. Eso supone entre el 4% y el 7% de su presupuesto nacional. Con este proyecto puede ser el primer país que funcione con software libre», explica Solá.
Pero no son sólo las ventajas económicas. Gracias al Slekret, los niños aprenden a teclear en su idioma (han sido traducidos más de 2.500 palabras de terminología informática y 25.000 mensajes) y las organizaciones sociales pueden comunicarse entre sí por internet. Estos días prepara una red de comunicación entre 27 ONG de mujeres para que puedan coordinar su trabajo.
Los escolares están encantados. «Aquí tenemos que hacer una selección porque todos quieren apuntarse a las clases», relata una profesora del Colegio Batuk, uno de los más grandes de la capital. A casi 20 horas de distancia, en la lejana provincia de Ratanakiri, otros niños, en la polvorienta aldea de O'Sinlair, también practican en dos viejos equipos donados por un norteamericano. «Ésto es lo que necesitábamos, informática en nuestro idioma», confiesa su profesor.
Ayuda oficial española
Solá igual está dando una conferencia en un Congreso Mundial organizado por Naciones Unidas, que llevando los CDs con el software en jemer y algunos manuales a colegios perdidos en la jungla.«Creo que en Camboya es importante mejorar la comunicación como herramienta social. Es un país donde la guerra y el régimen de los jemeres rojos acabó con la confianza. Por otro lado, las lenguas minoritarias no interesan a las multinacionales y eso las deja fuera del futuro», argumenta Solá.
Su iniciativa, que codirige con la camboyana Chim Manavi, este año ha logrado el respaldo económico de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI), que financia el proyecto con 208.000 euros.
Claro que la tarea de traducción no ha sido nada fácil, sobre todo porque, tras la aniquilación cultural del régimen de Pol Pot, en los años 70, las reglas del idioma no están bien definidas. Para encontrar las palabras adecuadas a cada orden del sistema y, a la vez, preparar un corrector de jemer, ha recurrido a la colaboración del Instituto Budista, con el que también prepara el primer gran diccionario de este idioma, hoy inexistente.
La ONG también convocó el pasado año un gran concurso de velocidad tipográfica en jemer, para estimular a los principiantes a teclear en su idioma.
KhemerOS es un primer paso tecnológico en un país cuyo pueblo quiere mirar al futuro con optimismo. «El motor del cambio son las personas, no las instituciones», afirma Solá. Su proyecto es un buen ejemplo de ello.