El primer partido de la eliminatoria, que se celebrará hoy a partir de las 13.30 horas, ya da una idea de la brutal diferencia de fuerzas: Rafael Nadal, número dos del mundo, se verá las caras con un tal Marco Chiudinelli, languideciente número 137 en la lista de la Asociación de Tenis Profesional (ATP) y que lo más lejos que ha llegado en sus carrera como tenista es a vencer la final de dobles del torneo de Gstaad.

Y a continuación David Ferrer, flamante número 14 del planeta, se iba a medir con lo mejorcito del equipo suizo: Stanislas Wawrinka, postrado en el puesto número 32. Sin embargo, los rumores que circularon ayer sobre una posible lesión en un entrenamiento se confirmaron durante la tarde. Sufre una rotura del ligamento lateral interno de la rodilla derecha y será operado hoy mismo, por lo que causará baja entre 10 y 12 semanas. Lo sustituirá, en principio y aún sin confirmar al cierre de esta edición, Stephane Bohli, un muchachote destinado a tener un papel secundario durante el fin de semana, número 278 del mundo, con un currículo sencillamente inexistente.

A falta los suizos de la máquina Roger Federer, que una vez más ha optado por dejar tirado a su equipo patrio para concentrarse en su carrera individual y cuya ausencia privará a los aficionados de disfrutar de un nuevo duelo entre los dos tenistas más grandes de la tierra, la superioridad del escuadrón español es absolutamente estratosférica: sus cuatro integrantes han conseguido todos ellos hacerse un hueco entre los 100 mejores del mundo, mientras que en las filas suizas sólo Stanislas Wawrinka podía presumir de ello. Sin él, Suiza estará prácticamente desamparada, aunque puede que su concurso se produzca mañana o pasado.

Sólo una cosa tienen en contra los españoles, además del proverbial mal fario patrio (ese que el año pasado hizo que los muchachos de Sánchez Vicario cayeran ante Bielorrusia y que el año anterior les llevó a perder ante Eslovaquia) y del hecho de que no juegan en casa: la rapidísima pista de taraflex sobre tarima elegida con toda intención por los suizos para que se disputen los encuentros, a sabiendas de que los españoles se sienten infinitamente más cómodos en superficies lentas. No en vano, los desastres de Bielorrusia y de Eslovaquia también tuvieron como escenario pistas de taraflex.

«Los suizos han elegido la pista que nos podía perjudicar más y que más iguala a los equipos», sentenciaba ayer Emilio Sánchez Vicario al respecto. «Es una superficie a la que los suizos se adaptan mejor», subrayaba por su parte Nadal. «En los entrenamientos nos ha ido bien, pero los partidos son otra cosa. Debemos ser optimistas, pero también debemos estar preparados para lo demás. Ellos seguro que van a jugar bien, y el partido se puede decidir en muy pocos puntos», sentencia el mallorquín. «La Copa Davis es especial... Además, jugamos fuera de casa y en una superficie totalmente distinta a la que nos gusta», añadía. Que sí, que es verdad que todo puede ocurrir. Que es posible que Nadal tenga un mal día, que puede ocurrir que a Ferrer no le entre ningún golpe... Pero, al menos sobre el papel, España debería vencer cómodamente en la eliminatoria.

Recuperado.

Nadal está plenamente recuperado de la lesión en la pierna que le pasó factura en los cuartos de final del Open de Australia contra el chileno Fernando González y, aunque aún arrastra un poco de dolor de garganta consecuencia del resfriado que cogió nada más llegar a Suiza, está pletórico de forma. Y la historia también juega a favor del equipo: en las cinco ocasiones en las que ambos países se han enfrentado en Copa Davis, España se ha impuesto en tres.

Si se cumplen los pronósticos, España ni siquiera debería esperar al último partido para anotarse la victoria. Esta eliminatoria debería resolverse mañana. Lo suyo es que Nadal machacara a Marco Chidinelli, que Ferrer no tuviera un día espeso y triturara a Bohli y que mañana en el encuentro de dobles Fernando Verdasco y Feliciano López dieran un buen repaso a la pareja que decida el capitán suizo.

Pero, por si hubiera algún contratiempo, el domingo aún habría una repesca: Nadal jugará previsiblemente con Bohli mientras que Ferrer y Chiudinelli disputarán el último encuentro. «Lo más importante es no infravalorar al oponente. Una cosa son las clasificaciones y otra el partido en sí», proclamó, cauteloso, Sánchez Vicario.