Viernes, 9 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6263.
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«Gracias a los que os habéis apenado»
La Familia Real arropa a la Princesa Letizia, totalmente hundida y desolada, en el último adiós a su hermana Erika, incinerada ayer en Madrid
ANA DEL BARRIO

MADRID.- Aguantó con entereza el primer paseíllo hasta su llegada a la capilla, pero se derrumbó cuando se fundió en un fuerte abrazo con la Infanta Cristina.

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La Princesa Letizia se mostró ayer más triste, más humana y más cercana que nunca. Su hermana Erika Ortiz, la benjamina de la familia, la bohemia, la amante del arte, la que nunca quiso figurar en primer plano, su confidente y cómplice se fue para siempre este martes.

Rota por el dolor, con la voz entrecortada, la Princesa tuvo el valor de acercarse a los cientos de periodistas congregados en el tanatorio de la Paz, en la localidad madrileña de Tres Cantos, para dedicarles unas palabras: «Sólo quería dar las gracias a todas las personas que se han sentido apenadas por la muerte de mi hermana pequeña. Nada más». Eso fue todo. No pudo continuar. El hilo de voz se quebró definitivamente y rompió a llorar, agarrada del brazo de su marido.

El Príncipe Felipe tomó el relevo entonces con otro gesto de agradecimiento: «Gracias por la comprensión de todos y sentimos el remojón que estáis sufriendo», declaró a los informadores, completamente empapados tras más de dos horas bajo la lluvia. Fue un gesto sorprendente y emotivo de los Príncipes de Asturias, ya que nadie esperaba que en esos dolorosos momentos, a la salida del tanatorio, sacasen fuerzas de flaqueza para dirigirse a la prensa.

La mañana amaneció negra, lluviosa, desapacible y gélida, igual que se encontraba el corazón de los allí congregados. La Familia Real al completo -salvo la Reina, que llegó a medianoche de ayer de su interrumpido viaje por Indonesia- arropó ayer a la familia Ortiz en el último adiós a Erika, que fue incinerada en Madrid a las 14.00 horas.

El Príncipe estuvo muy cariñoso con la madre de Letizia, Paloma Rocasolano, completamente hundida, que ocultaba su dolor tras unas gafas oscuras y se tapaba ligeramente el rostro con el abrigo. Mientras el Príncipe consolaba a Paloma, Letizia pasaba el brazo por encima del hombro de su abuelo materno, Francisco. Detrás de ellos, se encontraba el padre, Jesús Ortiz, con su actual mujer, Ana Togores, y su madre, la periodista asturiana Menchu.

También acudió al acto el ex compañero de Erika y padre de su hija de seis años, Antonio Vigo, que apresuró tanto el paso para evitar los flashes de los fotógrafos, que logró adelantar a los Príncipes de Asturias y entrar antes que don Felipe.

Diez minutos después de que la familia de la fallecida -salvo Thelma, que aterrizó anoche en Barajas procedente de Filipinas- se introdujese en la capilla, llegó el Rey junto con los Duques de Lugo y los de Palma, todos ellos de luto riguroso y visiblemente afectados por la muerte de la joven de 31 años.

Los Príncipes de Asturias les esperaban a la puerta del templo y se saludaron muy afectuosamente. Tanto a la salida como a la entrada, Letizia, embarazada de seis meses, se fundió en tiernos abrazos con la Infanta Elena y, especialmente, con la Infanta Cristina, con quien no pudo reprimir el llanto.

La ceremonia fue breve y el responso fue oficiado por el capellán del Palacio de la Zarzuela, Serafín Sedano. De momento, se desconoce si la familia Ortiz realizará alguna otra ceremonia con las cenizas de la fallecida. Fuentes de la Casa Real aseguraron que no creen que se vaya a celebrar un funeral en Asturias, debido al avanzado estado de gestación de la Princesa, aunque matizaron que la decisión forma parte del ámbito privado de la familia Ortiz.

Erika fue hallada muerta el pasado martes en su domicilio del madrileño barrio de Valdebernardo. Era la más pequeña y también la más frágil de las tres hermanas. En los últimos tiempos no pasaba por un buen momento, tras su separación del padre de su hija, y había pedido una baja laboral por estrés y ansiedad. Erika había vuelto al trabajo, pero el viernes decidió solicitar dos días de permiso. La noche del martes dejó a dormir a su hija en casa de una vecina y nadie la volvió a ver con vida. Erika deja a una hija, unos padres, dos hermanas y tres abuelos completamente destrozados.

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