PABLO PARDO. Especial para EL MUNDO
WASHINGTON.-
No sólo no han aparecido las armas de destrucción masiva. Ahora resulta que tampoco salen por ningún sitio 363 toneladas de dinero. Estados Unidos no sabe qué pasó con esa cantidad, despilfarrada en Irak en los 14 primeros meses de ocupación, en los que Washington ejerció la administración del país. Traducido a dólares, son cerca de 12.000 millones (8.000 millones de euros). Es decir, nada menos que el 60% del dinero gastado por la Autoridad Provisional de la Coalición, la entidad creada por Washington para gobernar Irak entre mayo de 2003 y junio de 2004, bajo el mando de Paul Bremen, un ex empleado de Henry Kissinger quien sólo debía responder de sus actos ante Bush. Bremen ha defendido su actuación, alegando que la Autoridad trabajaba «en las condiciones más difíciles imaginables». Tan difíciles, que se les olvidó pedir la factura de 12.000 millones de dólares.
Claro EEUU no despilfarró un solo centavo de su propio dinero. Todos los fondos desaparecidos eran iraquíes. Más de 3.000 millones de dólares procedían de activos de ese país congelados en bancos estadounidenses desde la invasión de Kuwait en 1990. Otros 8.100 millones estaban bajo control de la ONU, ya que pertenecían al programa Petróleo por Alimentos. En virtud de ese sistema Irak vendía determinadas cantidades de petróleo, pero no tenía control sobre los ingresos, sino que éstos eran gestionados por Naciones Unidas, que los destinaba a programas de ayuda humanitaria en el país y a pagar las reparaciones de guerra a Kuwait por la invasión.
Los datos son oficiales, y están en una página web del Comité de Supervisión y Reforma del Gobierno de la Cámara de Representantes. El documento revela que sólo en las últimas seis semanas de ocupación, Washington envió 5.000 millones de dólares (3.840 millones de euros) a Irak. Seis días antes de la entrega de la soberanía a los iraquíes, EEUU bombardeó el país con 2.401 millones de dólares. Todo bajo la orden de gastar hasta el último centavo antes de que Irak fuera, formalmente, independiente. Así, el informe explica cómo el 21 de junio de 2004, en la región centro-sur de Irak, «un oficial encargado de los desembolsos de dinero recibió 6,75 millones de dólares en metálico, bajo la suposición de que desembolsaría toda esa cantidad antes de la entrega de soberanía», el 28 de junio.
La presión de ese funcionario para gastar 960.000 dólares al día durante una semana es considerable. Así que no es de extrañar que el dinero se desvaneciera. Como explica la investigación de la Cámara de Representantes, «a veces, los funcionarios destinaban contratos de cientos de millones de dólares sin designar a los receptores de esos fondos».
Un ejemplo: el 15 de mayo de 2004, las autoridades estadounidenses ordenaron el desembolso de 1.985 millones de dólares (1.527 millones de euros) a una serie de partidas, que van desde la incomprensible Entrenamiento Voluntario (65 millones de dólares) hasta las más normales Infraestructura Petrolera (460 millones) o Seguridad (500 millones), pero sin especificar quién iba a recibir ese dinero. Eso explica casos como el de un contratista al que le dieron dos millones de dólares en una bolsa de deporte.
El dinero llegaba a Bagdad en billetes de cien dólares, en aviones de transporte C-130 Hercules. Afortunadamente para los estadounidenses, el único Hercules abatido por las guerrillas iraquíes hasta ahora fue uno británico. De haber sido estadounidense, los insurgentes tal vez habrían echado abajo un verdadero banco volante. Claro que ellos ya se estaban beneficiando de la situación. Stuart W. Bowen, el inspector general para Irak de la Coalición ha declarado que «el dinero robado no sólo enriqueció a elementos criminales, sino que frecuentemente fue a financiar milicias criminales o insurgentes». En otras palabras: EEUU financió a sus propios enemigos. En la investigación del escándalo, la clase política y periodística estadounidense ha vuelto a dar una muestra de su profundo conocimiento de la realidad en Irak. Con su habitual lucidez, el Premio Pulitzer de la cadena de televisión CNN Wolf Blitzer se preguntaba el miércoles por qué ese dinero no había sido enviado por medio de transferencias bancarias. Es la misma pregunta que se hizo el presidente del Comité de Supervisión y Reforma del Gobierno, el demócrata Henry Waxman: «¿A quién se le ocurre mandar 363 toneladas de dinero a una zona de guerra?» La respuesta a esas preguntas la dio ayer el experto en Irak de la Universidad de Michigan Juan Cole: «Es fácil: el sistema bancario iraquí se colapsó y la Administración Bush no hizo nada por reconstruirlo. Así que tuvo que hacer los negocios en metálico».
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