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Ser independiente es cosa de una pequeña minoría, es el privilegio de los fuertes (Friedrich Nietzsche) |
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LA TRONERA |
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Una triste posibilidad |
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ANTONIO GALA
El Tribunal Constitucional tiene un alto poder. La imparcialidad de sus magistrados ha de ser indudable. Como la continuidad de su propia jurisprudencia, para no desconcertar. Que sus miembros pertenezcan a uno u otro partido no implica que se politice el órgano: un magistrado es libre de tener ideas propias en cualquier campo del conocimiento; si no, sería un marmolillo. Pero, como colegio, el Constitucional ha de mantener una doctrina invariable e independiente de todos sus miembros. Da pavor que pueda recordar al Consejo General del Poder Judicial, tan desacreditado ahora, se mire por donde sea. Precisamente los dos grandes enemigos -y tentaciones- del Constitucional son la judicialización, que lo empequeñece, y la politización, que lo desquicia. Ambas van contra el conocimiento profundo, imparcial y sereno que se les exige. Hoy, su prestigio tiembla.
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