Viernes, 9 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6263.
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La peluquera y el 'señor de la guerra'
Conmocionada por el 11-S, esta norteamericana creó en Afganistán una academia de esteticistas y se casó con un comandante
CHRISTINA LAMB. The Guardian/EL MUNDO

La frase: «Cariño, no vuelvas ahora a casa, tenemos a un señor de la guerra en nuestra sala de estar», no es la típica excusa que pone un marido a su esposa para que no interrumpa una juerga con sus amigos. Sin embargo, para Debbie Rodriguez se ha convertido en algo tan común que decidió abrir el primer café de Kabul para tener un lugar en el que poder hacer tiempo.

Esta peluquera, de cabellos carmesí del interior de Estados Unidos, que vino a Afganistán para enseñar a sus alumnas las técnicas de las mechas y de la depilación brasileña, ha terminado casándose con el comandante de uno de los más sanguinarios señores de la guerra del país, en lo que supone una de las más improbables uniones matrimoniales de la época postalibán.

El eslogan I'm a D girl (Soy una chica D) que se lee en una camiseta negra ajustada no hace referencias a su talla de sujetador, sino al general Abdul Rashid Dostum, el jefe de su marido, Sher. A este señor de la guerra uzbeco del norte de Afganistán, aficionado al whisky, se le conoce por su costumbre de aplastar a sus enemigos con tanques, y sus hombres han sido acusados de haber causado la muerte por asfixia a centenares de prisioneros taliban en 2001, al encerrarlos en contenedores.

«El general siempre me ha tratado con amabilidad y dulzura», asegura Rodríguez, de 46 años, mientras se sacude la nieve y el fango de sus vaqueros y se calienta las manos con una taza de café. «Me llama la 'la gran americana de Sher' y me ha aceptado en el seno de su familia. No es el personaje malvado que pintan los occidentales. Ha dejado de beber y ahora sólo desea que haya paz». Rodríguez confiesa, sin embargo, que cuando alguien menciona a las fuerzas talibán que acosan a las tropas británicas en el sur de Afganistán, Dostum suele decir gruñendo: «Si sólo me concedieran tres meses, yo los metería en cintura».

Tras tres años de matrimonio, Rodriguez ya está acostumbrada a la presencia del kalashnikov junto a la cama. Pero está harta de las llamadas del general, que pueden llegar a cualquier hora del día o de la noche. «A veces me pregunto si no tiene reloj». A Rodriguez la conocen en Kabul como Debbie la peluquera. Es el motor de la Academia de Belleza de Kabul, centro que ha proporcionado formación a más de 170 mujeres afganas y que es el tema de un libro de próxima publicación. Peluquera desde los 15 años, aprendió el oficio en el salón de su madre, en Michigan, Rodríguez se sintió muy afectada por los ataques del 11-S y decidió ayudar a un equipo de rescate en la Zona Cero de Nueva York.

Cuando su unidad de rescate decidió abrir clínicas para las mujeres en Afganistán, Rodríguez pidió que la llevaran como ayudante de enfermeras. «No sabía lo que podía hacer, pero sentía mucha empatía por las mujeres que habían sufrido tanto bajo el régimen talibán, quizá porque en mi propio matrimonio era víctima de abusos físicos y quería escapar».

Una vez en Afganistán, vio la realidad. «Sabía que los talibanes habían prohibido los salones de belleza, pero no entendía por qué no había ninguno en funcionamiento en aquel entonces, porque los conocimientos de peluquería no se pierden. Recorrí todo Kabul en busca de peluquerías. Al cabo de tres días encontré una y me quedé horrorizada. Intentaban cortar el pelo con un equipo medieval que nunca había visto en mi vida. Tijeras como de podar árboles, espejos rotos, palos en lugar de rulos, no había electricidad», rememora.

De vuelta en Michigan, Rodríguez marcó un número telefónico que vio en el dorso de una botella de champú Paul Mitchell. «Les dejé el siguiente mensaje: 'Hola, soy Deb, acabo de volver de Afganistán. Los talibanes han liquidado el sector de belleza y tenemos que poner una escuela en el país. Necesito que me ayuden'». Dos días más tarde, el dueño le devolvió la llamada. Rodríguez obtuvo otras donaciones. Otra organización de esteticistas de Nueva York trabajaba en un proyecto similar y entre todos pudieron inaugurar la primera Academia de Belleza de Kabul. Pasó momentos difíciles, pero Rodríguez tiene demasiado carácter para dejarse amilanar. «Mi esposo señor de la guerra y yo somos muy parecidos. Ambos somos guerreros».

Ahora Rodríguez dirige el Salón Oasis, donde los estudiantes trabajan en la planta baja de la casa que comparte con Sher. La pareja se conoció en 2003 y se casó 20 días más tarde, a pesar de que no podían entenderse. «En realidad no nos dimos cuenta de eso, porque siempre teníamos a otras parejas a nuestro lado que hacían de intérpretes. Cuando estábamos solos, él jugaba en el ordenador y yo miraba vídeos». Encima, Rodríguez era 12 años mayor que su marido, quien ya tenía otra esposa y ocho hijos en Arabia Saudí.

Sher es asesor de Relaciones Exteriores de Dostum y sobrino del ministro de Hajj (Peregrinaje). En un principio los esposos no dijeron nada a sus respectivas familias. «Su familia es muy conservadora, vive en La Meca. Yo soy cristiana, fumo, soy peluquera y estadounidense. Podría ser el diablo». Sher ha aprendido inglés y Rodríguez algunas palabras de farsi. Pasan casi todo el año juntos, salvo el mes que él dedica a su otra familia. Su casa suele estar llena de comandantes de Dostum, por lo que Rodríguez ha utilizado el adelanto de la editorial Random House por su libro para abrir un café. Es un lugar acogedor, con fotos a color y música jazz, refugio de mucha gente en Kabul. «Sé que es extraño. Me he casado con un señor de la guerra. ¿Qué otra cosa puede hacer una chica de la América profunda en Afganistán aparte de hacerse peluquera?».


LO DICHO Y HECHO

«Mi esposo 'señor de la guerra' y yo somos muy parecidos. Ambos somos guerreros»

1961: Nace en Michigan. 1976: Con 15 años, comienza a aprender el oficio de peluquera en el salón de su madre. 2001: Conmocionada por los atentados del 11-S, ayuda a un equipo de rescate en la zona cero de Nueva York. Poco después del ataque contra Afganistán, viaja al país como ayudante de enfermeras. 2003: Con la ayuda de varias ONG, abre la primera Academia de Belleza de Kabul. Conoce al comandante Sher y se casan 20 días después.

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