Sábado, 10 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6264.
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Marcelo Figueras construye una fábula para adultos
El autor y guionista de 'Kamchatka' y 'Plata quemada' publica 'La batalla del calentamiento'
LAURA FERNANDEZ

BARCELONA.- El fauno de Marcelo Figueras habla en latín y no es un fauno, sino un lobo. Persigue a un gigante llamado Teo (más bien un tipo demasiado alto preocupado por dar la talla) con el Perdón a cuestas. Teo hizo algo en el pasado que quiere olvidar y sus plegarias han sido atendidas: el pago del premio (una Orden de Redención) se efectuará en breve. Mientras espera, Teo se topa con Pat Finnegan y la pequeña Miranda, una Caperucita Roja con poderes de superhéroe.

El punto de partida de La batalla del calentamiento (Alfaguara), la última novela del autor de Kamchatka y el guionista de Plata quemada, no podría ser más delirante. Teniendo en cuenta que la idea de esta historia de gigantes y niñas raras surgió de los evangelios apócrifos (todos esos que la Iglesia no reconoció) y de una vieja canción infantil (llamada precisamente como el libro), delirante lo es también el resto. Pero en este caso, el delirio no excluye al clásico.

«Nuestro primer contacto con la ficción lo hacemos a través de cuentos de hadas que más que con hadas tienen que ver con monstruos.Porque los padres necesitan preparar a los niños para un mundo cruel y violento y a la vez decirles que podrán sortear cualquier dificultad», cuenta el escritor. Convencido de que la sociedad actual nos trata como a niños («los líderes políticos intentan asustarnos y las nuevas tecnologías nos aislan, por lo que el miedo se retroalimenta»), ha construido una fábula quitamiedos para adultos al más puro estilo Del Toro. «Me encantó El laberinto del fauno. ¡Y me tranquilizó! Me hizo sentir que no era el único que recurría a la fantasía para explicar la realidad. En mi caso, lo que nos está pasando», dice el escritor.

En un pequeño pueblo argentino llamado Santa Brígida hay: una señora alemana que odia a los niños pero que tiene una tienda de dulces; un señor que siempre viste de azul y que siempre espera detrás de un semáforo con un ramo de flores a que la huraña señora alemana (Pachelbel) salga de la tienda; un tímido constructor que finge ser invisible; una comunidad hippie cuyo líder acaba siendo magnate hotelero y un intendente con síndrome de Tourette responsable de la celebración del Día Server (el día del revés), en el que todo es lo que no es.

En ese pueblo, una madre y su hija, tan pequeña que ni siquiera sabe leer, viven aisladas hasta que conocen al gigante Teo. Los tres huyen de su pasado y no saben cómo dar el siguiente paso.«En la historia la pregunta se exagera, pero es la misma que nos hacemos a menudo: ¿Qué se supone que tengo que hacer con mi vida?», dice Marcelo.

Narrada como si de un cuento de hadas se tratase (con menciones a John Lennon y Bob Dylan, eso sí), la novela intenta ser tan cruel como uno de ellos: hasta el último de los habitantes de Santa Brígida tiene un trauma. Y la mayor parte de ellos tienen que ver con los demás, lo que les ha obligado a construirse una coraza que les impide acercarse a nadie.

«La sociedad de hoy no se cansa de repetirnos que podemos salvarnos solos, que no necesitamos a nadie, pero no es cierto. El otro no es el enemigo sino el que puede ayudarnos. Desde que nacemos lo necesitamos. Lo primero que se hace con los bebés es arroparlos, porque lo primero que sienten es frío. El mundo es frío para ellos porque han pasado nueve meses protegidos en el vientre de su madre. El resto de la vida es lo mismo. Sentir frío y necesitar que alguien te arrope. De ahí La batalla del calentamiento», explica el escritor y guionista, que estos días prepara junto a Marcelo Piñeiro (el director de Plata quemada) una película que se rodará en Cataluña. Mientras, trabaja en un guión que quiere dirigir él mismo y ultima la adaptación cinematográfica de La batalla del calentamiento, su particular Orden de Redención, según confesó.

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