Sábado, 10 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6264.
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 CATALUNYA
El disputado burro catalán
Los impulsores de la campaña en la que usaron el pollino defienden que su valor está en ser «símbolo de la catalanidad»
CAROL ALVAREZ

BARCELONA.- Parecería que iba de diseño, de trazo de un dibujo, de silueta de pollino. Pero no. El burro català fue ayer a juicio no por su imagen, sino por su síntesis: por su esencia de catalanidad.Fue ante el juzgado mercantil número 3 de Barcelona que se dirimió el pleito.

Por un lado, está el dibujante. Eloi Alegre diseñó un asno en el 2000, cuenta que como contraposición al toro de Osborne que identifica en el imaginario universal a España. Su burro, cuenta Alegre, mutó en poco tiempo, cuando la Associació per al Foment de la Raça Asnina Catalana tintó su barriga: blanca, le confirió la identidad de raza protegida autóctona catalana.

Cuando Alegre descubrió que la parte de este proceso, Jaume Sala y Alex Ferreiro, comercializaban productos con su logo, tras pedir permiso a la Associació per al Foment de la Raça Asnina Catalana, acordaron mediante contrato oficializar la cesión de derechos y rediseñar el burro de marras. Le quitaron los testículos, el flequillo y le bajaron la cola antes de inscribirlo en el registro de la propiedad industrial e intelectual.

Así las cosas, Alegre acabó enfadado, y Sala y Ferreiro en pleito con él, cruzadas las demandas por la explotación del asno y con reclamaciones que ascienden a 30.000 euros. Sostiene el primero que los otros incumplieron el acuerdo, que lo suyo es un caso de libro de competencia desleal, y que los 700 euros que se fijaron en contrato como pago a Alegre por el diseño del burro, no implicaban la cesión total del uso del diseño.

Alegre se puso en contacto varias veces con Sala y Ferreiro, que consideraron que el contrato se había cumplido escrupulosamente y que no había nada más que discutir.

Y el dibujante, enojado, empezó a remitir cartas a distrubuidores del producto, acudió a ferias y a programas de radio para reivindicar su autoría y generó, así, un creciente malestar y problema en su negocio. De hecho, según contó ayer mismo Ferreiro, se desentendió en cuanto firmó el contrato pese a haber sido artífice de la campaña junto a Jaume Sala.

Ferreiro relató que fue en esa calidad, en la de promotor de la campaña nacionalista que llevaba al burro como emblema, que suscribió el contrato con Eloi Alegre. A partir de ahí, renunció a todo. A beneficios y a nuevos contratos, y se limitó a conformarse con el reconocimiento de su coautoría de la campaña.

Sala y Ferreiro, que piden una indemnización de 15.000 euros para cada uno por los perjuicios que les causó la conducta del diseñador, mantienen que Alegre incumplió el acuerdo ante notario de junio de 2004 y piden ser reconocidos como los auténticos autores de la campaña de difusión del burro catalán.

Jaume Sala admitió que no es el autor del célebre dibujo, pero ha recordado que él y Ferreiro fueron «los que lanzaron la campaña, de apología del nacionalismo, si se quiere», pero en la que «la imagen es lo de menos».

Por la cesión de los derechos de reproducción de su asno a otras empresas, Sala se ha embolsado al menos 25.000 euros, pero asegura que siempre ha enseñado a esas firmas el contrato firmado con Alegre en el que éste constaba como autor original de la imagen.

«No éramos una empresa», señaló ayer Sala durante el juicio, «si hubiéramos querido dinero, lo habríamos hecho de otra manera», añadió. Para Sala, había «un acuerdo verbal» por el cual se daba por zanjada la relación entre diseñador y empresarios, y pen el que Alegre se desentendía de la campaña. «Siempre he creído más en las palabras que en los documentos». Dolido, en este sentido, Jaume Sala acusó al diseñador de «aprovecharse» de la campaña que habían iniciado ellos y exprimir así beneficios del burro.

En un receso del juicio, Jaume Sala manifestó su esperanza de que el proceso ponga fin al pleito. «Si Alegre tiene la razón, dejaremos de explotar la marca, si la tenemos nosotros, seguiremos», señalaba, pero en cualquier caso, «hasta que no acabe no estaré tranquilo», concluyó.

Está en juego el concepto nacionalista que esconde la imagen de un burro de panza blanca.

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