MIKEL ARTETA
De los incidentes en Catania me enteré después de cenar el viernes. Estábamos ya en el hotel de concentración para jugar al día siguiente contra el Liverpool. Subí a la habitación con Tim Cahill, mi compañero, y nos quedamos alucinandos viendo Sky, que estuvo dándolo en directo un rato largo. Estuvimos comentando las imágenes, muy duras, con los ojos como platos. Al final, los dos llegamos a una misma conclusión: en la actualidad, eso es imposible en Inglaterra.
La semana pasada hubo muchos periodistas españoles en Liverpool, y después he leído, visto y oído que a todos les llamó la atención como en el derbi de Mersey las aficiones compartían la calle en las horas previas sin ningún tipo de incidente. Pues eso es lo habitual aquí. En el pasado puede que hubiera más problemas, pero a día de hoy nadie se imagina aquí una situación como la que hemos visto en el Catania-Palermo. En el fondo, se trata de algo tan lógico como ser conscientes de que el disfrute no está reñido con la tranquilidad, el sentido común y tantas otras cosas que a veces unos pocos olvidan sin saber muy bien cómo.
¿Por qué en Inglaterra yo no he visto nunca ninguna bengala? ¿Por qué en España apenas se ven desde hace unos años? ¿Por qué en Italia es un domingo sí y otro también? En el calcio hemos contemplado incluso cómo un sujeto tiraba una moto en las gradas de San Siro. No sé a quién corresponde exactamente, quizá a la UEFA, o a los Gobiernos de los distintos países, pero creo que una posible solución sería unificar las normativas de seguridad para todos los campeonatos. De hecho, lo más fácil sería extenderlas desde España o Inglaterra hacia Italia, visto que en esos dos países las cosas parece que están funcionando y que los incidentes así apenas existen. En Inglaterra, los que más miedo provocan cuando se juntan y viajan son los hooligans de la selección. Los de los equipos no. Y, para ejemplificarlo, recuerdo dos casos recientes que debieran ser un modelo.
Durante la eliminatoria de Champions del Everton contra el Villarreal, en España, hablaba con varios jugadores y me decían que la gente y los hosteleros de la ciudad quedaron encantados cuando se fueron nuestros seguidores por el ambiente que crearon y porque se bebieron toda la cerveza que había en la ciudad, sin dar ningún problema. Aquí, antes de cada partido, ves los pubs llenos, la gente tomando pintas, pero luego no hay ningún tipo de altercado entre ellos. Así debería ser. Y otro ejemplo.
Fue impresionante la final de la UEFA en Sevilla entre el Celtic de Glasgow y el Oporto. El Celtic (del que se dice que tiene la mejor afición del mundo) desplazó 75.000 aficionados a la ciudad y sólo 35.000 tenían entrada garantizada. El ambiente fue impresionante (lo sé de primera mano porque mi hermana realizó un reportaje para la BBC), tomaron la ciudad, se bebieron hasta el Guadalquivir, perdieron la final y todo sin el más mínimo incidente. Eso es fútbol.
Nosotros, los jugadores, por nuestra parte tenemos que ayudar en lo que podamos. No hacer ningún gesto ni decir nada que pueda provocar un tumulto o una reacción airada de la grada. Más nos vale. En el Everton, si hago un gesto feo hacia mi afición o hacia la afición contraria, tranquilamente me puedo quedar sin un mes de sueldo.
Mikel Arteta es jugador del Everton.
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