Los dos hermanos, Gabriela y Francisco Alvarez (el chico dice que le dio un cabezazo en plena cara), denunciaron las agresiones ante la Policía, que dictó una orden de prisión contra el Tin Delgado, como se conoce al futbolista de La Liga, uno los equipos más importantes del país. Lo de los apodos forma parte de la idiosincrasia del fútbol ecuatoriano: La Sombra Espinoza; Tenorio, El Demoledor... Sus nombres comenzaron a sonar después del Mundial de Alemania. Allí, la fama de Delgado sumó puntos, tras anotar los dos primeros goles que clasificaron a Ecuador para la segunda fase.

Pero los problemas del Tin con la Justicia no se limitan a este encontronazo en mitad de una noche de farra hace un par de semanas. El delantero, de 32 años, también originó una batalla campal durante el partido que enfrentaba a su equipo con el Barcelona de Guayaquil el pasado 17 de diciembre. Se disputaban el segundo puesto de la liga y Delgado mandó al hospital a varios contrincantes.

El jugador argumentó que uno de los barcelonistas, David Montoya, le había provocado todo el partido. Fue el desencadenante de una auténtica bronca callejera en la que participaron las dos alineaciones al completo. Patadas voladoras, tabiques nasales destrozados, puñetazos, empujones... Fue el balance del partido, además de una sanción por parte de la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF), que impide al Tin jugar durante todo un año, ya sea en su país o en el extranjero.

Él fue uno de los que peor parados salió, ya que la inhabilitación se redujo a entre dos y seis meses para los otros 10 castigados. El delantero, que jugó en el Southampton de Inglaterra y el Nexaca de México, apeló ante la FIFA, que aún no se ha pronunciado, por considerar que la pena es excesiva. «No puedo estar un año sin jugar cuando me provocaron a mí», dice.

Incluso tuvo el apoyo de sus paisanos del Valle del Chota, una de las zonas más míseras del país, a 150 kilómetros de Quito. Allí se ubica la comunidad afroecuatoriana, descendiente de los esclavos negros que llevaron los españoles en el siglo XVII. De allí también salen los principales jugadores del país, pese a no existir ni una cancha. Los niños llevan en la sangre el vicio del fútbol y crecen dándole al balón, descalzos, en medio de campos polvorientos y repletos de piedras. Eso, cuando el río Mira no los inunda. Así se crió el Tin, que, con el tiempo, fundó una escuela con su nombre en su pueblo natal, El Juncal. Sus pobladores no olvidaron el gesto. Hace unos días, decretaron una huelga permanente y cortaron las carreteras en señal de protesta por la sanción de la FEF a su ídolo local.

Pero no todos son fans del delantero. Periodistas y distintas asociaciones sociales han pedido al presidente de la República que le retire el título de delegado del pueblo afroecuatoriano que se le concedió hace escasos meses, argumentando que es un «mal ejemplo» para los niños, en particular, y la sociedad, en general. Además, el Ministerio de Turismo declaró embajadores de Ecuador a todos los miembros de la selección, poco después de regresar de Alemania, cuando fueron recibidos como auténticos héroes. La popularidad de Delgado no acaba ahí e incluso protagoniza campañas publicitarias, ya sea de productos farmacéuticos, a favor de los derechos de los niños o en contra de la inmigración ilegal.

En el plano sentimental, cumple con el patrón del futbolista típico: sólo se le ve rodeado de esculturales modelos, actrices o cantantes. Como su última pareja, Karla Caicedo, que quedó finalista en el concurso de Miss Ecuador 2006. Sólo tiene una hija, Nathali, de cinco años, fruto de un matrimonio fracasado. Aun así, dos mujeres han reclamado la paternidad del deportista por dejarles embarazadas, aunque, por el momento, la estrella ha sabido salvar tales acusaciones.