JOSÉ LUIS PORQUICHO
CADIZ.-
Entre los gaditanos no hay el mínimo temor a que se repita una decisión judicial como la adoptada por el magistrado de Tenerife que ha prohibido las fiestas en la calle durante el Carnaval en esa localidad. En Cádiz, las molestias propias del Carnaval se concentran en un solo barrio, el de La Viña, que saca importantes beneficios y cuyos vecinos tienen asumido esa situación como parte de su vida. Incluso una decisión similar podría favorecer la esencia del Carnaval gaditano: las agrupaciones cantando en la calle.
Y es que una agrupación de Carnaval, tal y como se entiende en Cádiz, difícilmente superará los 55 decibelios de ruido que contempla la ley. Los que sí lo superan son los altavoces de los puestos de venta ambulante y de los improvisados bares. Algo contra lo que vienen luchando desde hace años las agrupaciones, ya que sus coplas quedan solapadas por estos sonidos.
Fuera del barrio de La Viña, el resto de la ciudad apenas cuenta con festejos callejeros, salvo algunos tablaos cuya programación concluye al filo de la 1 de la madrugada. Lo demás es una situación semejante al botellón juvenil, regulado por una ley de la Junta de Andalucía.
La alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, manifestó ayer sobre el auto judicial que suspende de forma cautelar las fiestas y bailes en la calle en Tenerife que no cree que en su ciudad se dé ese hecho: «Cualquier vecino sabe que el Carnaval de Cádiz sin la gente en la calle no existiría».
Por su parte, el delegado de la Junta de Andalucía en Cádiz, José Antonio Gómez Periñán, recordó que en la denominada ley del botellón -que restringe el consumo de alcohol en la calle- quedaban excluidas las fiestas populares como ferias, carnavales o romerías. «No cabe ninguna duda de que las personas tienen derecho al descanso, pero tampoco cabe duda de que en momentos puntuales a lo largo del año no se pueden prohibir este tipo de cosas», aseguró.
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