FRANCISCO ALVAREZ
VALENCIA.-
Barullo y pólvora son señas asociadas desde hace más de dos siglos a las Fallas. Los espectáculos pirotécnicos, las mascletás y los fuegos de artificio figuran entre los más aclamados por valencianos y visitantes. Sin embargo, la detonación de productos pirotécnicos no se limita a las zonas acotadas ni cesa con la puesta de sol. El estruendo de las explosiones se extiende, por contra, a toda a la urbe, y las restricciones en el uso de petardos atienden exclusivamente a criterios de seguridad en su manipulación.
Las fiestas populares con mayor tradición de Valencia están volcadas en la calle. No sólo se erigen los monumentos de cartón-piedra, sino también centenares de verbenas callejeras que se prolongan hasta altas horas de la madrugada.
En los cinco días de festejos, los niveles de ruido superan con creces las recomendaciones sanitarias, pero los vecinos, por su carácter excepcional, asumen los trastornos con resignación. No existen denuncias por contaminación acústica contra las Fallas, pero sí se ha sancionado a las comisiones falleras que han vulnerado la ley fuera del periodo festivo.
La alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, dice que no es posible extrapolar a las Fallas la sentencia que prohíbe el carnaval de Santa Cruz de Tenerife. A falta de una ordenanza municipal que regule los niveles de ruido, la Ley autonómica de Protección contra la Contaminación Acústica excluye a los actos culturales y religiosos de toda limitación.
El ruido generado cada fin de semana por el ocio nocturno sí representa un problema para el descanso de miles de vecinos. El Ayuntamiento ha declarado ya dos Zonas Acústicamente Saturadas (ZAS), tras sendos fallos judiciales.
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