RAMON SANMARTIN
SAN SEBASTIAN.-
La ciudad celebra cada año el día de su patrón (20 de enero) con un constante redoble de tambores y barriles. Durante 24 intensas horas, miles de donostiarras llevan a todos los rincones de la ciudad el inconfundible son de la Marcha de San Sebastián. La jornada se convierte en la más ruidosa del calendario en la capital guipuzcoana, pero, por una vez, los oriundos aguantan sin quejarse un abrumador ruido que suena a fiesta y jolgorio.
El máximo de decibelios se alcanza al inicio y al final del día en la plaza de la Constitución, donde tienen lugar la Izada y la Arriada de la bandera de la ciudad. A la vez que repican las 12 campanadas que abren el 20 de enero, el Tambor Mayor de la compañía Gaztelubide da la orden de golpear tambores y barriles. A partir de este momento, un inconfundible tamborileo se extiende por todos los barrios de la ciudad.
Unos 11.000 donostiarras desfilan repartidos en un centenar de compañías, ataviadas con el uniforme de soldado, cocinero o aguadora.
Estas tamborradas no están quietas, sino que siguen los recorridos que han fijado previamente, lo que permite que el tremendo ruido no se concentre en un solo lugar. Así, se alternan los ratos de bullicio y silencio, un hecho que tiene relevancia, puesto que los vecinos no están constantemente oyendo ruidos del exterior.
No parece que a la mayoría de los donostiarras les moleste tanto tamborilero por sus calles, y la legalidad vigente en Euskadi, según la cual no se aplicará la norma jurídica sobre ruidos en los festejos, no es causa de problemas. Así, el Ayuntamiento donostiarra asegura que, pese a que «todos los días» se registran protestas, «nunca» ha habido quejas «significativas» sobre la Tamborrada.
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