Estrechar entre los brazos en señal de cariño. Rodear, ceñir». Son algunas las definiciones que da el diccionario de la Real Academia Española a la palabra «abrazo», ese gesto que un grupo de madrileños ha hecho muy suyo desde hace unos meses. Cada semana, medio centenar de personas se pone de acuerdo vía Internet y se lanza a la calle a dar abrazos, «Abrazos Gratis», como reza el lema de sus carteles, hechos de distintas formas, colores e idiomas.
No reivindican nada, tampoco lo venden, pero están consolidando un fenómeno mundial que es pasatiempo, terapia y forma de vida al mismo tiempo. Hoy lo podrán comprobar todas las personas que pasen por la Plaza de Colón a partir de las 17.00 horas. Allí esperarán todos debajo de la estatua, aunque seguramente se les sumará más de una y más de 10 personas. Así les ha pasado en quedadas anteriores en El Retiro, la Puerta del Sol o Atocha.
Según Joan Planas, creador de la página web española (www.abrazosgratis.org) el movimiento comenzó de la mano (o los brazos) de Juan Mann, un australiano de 24 años cuyo vídeo repartiendo achuchones fue colgado en You Tube. Ya lo han visto cerca de 10 millones de personas y la cifra de países que se han unido para achuchar al personal no para de crecer. Incluso una empresa proveedora de telefonía fija, Internet y televisión por cable ha hecho una campaña publicitaria inspirándose en ellos, aunque cambiando el lema por «Regalo Abrazos». Aunque eso de que los vinculen con algo de tipo económico no les ha gustado nada a los adscritos al movimiento.
En la comunidad virtual española ya hay más de 300 personas inscritas y blogs para pactar reuniones en siete ciudades diferentes. El de Madrid es uno de los más activos, aunque la mayoría de los viandantes que se los encuentran por la capital aún se asombran ante su presencia. Por eso, en apenas unos segundos se puede captar la riqueza de la naturaleza humana viendo su reacción cuando se les ofrece un abrazo. Los hay desconfiados, que miran mal a «la gente ésa del cartelito». Piensan que les van a robar, que es una estupidez o que sólo se debe abrazar a la gente amada, «no a desconocidos». Luego están los que observan con curiosidad, con timidez o resquemor, buscándole una motivación económica o publicitaria al asunto. Son los que preguntan «qué vendeis» o miran a ver si hay alguna cámara oculta o algo por el estilo.
La gente que sucumbe al estrujón también lo hace de mil y una maneras. Un ejecutivo, trajeado de los pies a la cabeza se encuentra con el grupo, recibe un abrazo y se le caen las lágrimas. Parece como si llevase todo el día necesitando una muestra de cariño y ahora lo ha encontrado, de los brazos de un desconocido al que permanece unido varios segundos de intensa carga emotiva. Otros sonríen, acaban probando a varios abrazadores, preguntan dónde leer sobre el movimiento, sacan fotos o se lanzan a dar muestras de afecto ellos mismos.
Porque cada abrazador es diferente y quizá en pocas agrupaciones sus representantes son, a priori, tan eclécticos en cuanto a edades, trabajos, forma de vestir o lugar de residencia. Alberto es algo tímido; Esteban siempre tiene una sonrisa y buenas palabras para sus abrazados; Lucía porta una carpeta llena de carteles por si a alguien le hace falta; Encarna los decora con mariposas y margaritas que le dibuja su hija; Daniella es italiana y cada vez que vuelve a casa convence a sus amigos para hacer lo mismo en Roma. «Comenzamos a juntarnos un día a finales del 2006 y ya cada semana tenemos preparada una quedada madrileña», comenta a Belén, encargada del blog de Madrid.
«Como cada uno somos de un sitio diferente, pretendemos ir por todos los municipios. Todas las propuestas son buenas y cuanta más gente nos conozca en la región, mejor», relata con una sonrisa. El jueves por ejemplo, hicieron una quedada espontánea en la Plaza de Castilla. En un par de horas ya habían ocho personas dispuestas a que la gente que entraba y salía apresurada del Metro o los autobuses vivieran una experiencia que hace trizas su habitual monotonía.
«Cada uno tenemos nuestro propios problemas familiares, económicos, pero no por eso dejamos de reír. Hay que ser feliz y yo con esto me lo paso de vicio», reflexiona Antonio, un joven de apenas 16 años a Carmela, algo más veterana pero que escucha muy atenta las reflexiones del también conocido como Er Tonio. Él se encontró al grupo en Sol la semana pasada, y no dudó un instante en unirse. Aunque a veces acuden los retoños de los abrazadores, Antonio es una mezcla entre animador del grupo y mascota. «¿Quién quiere un abrazo, gente?» es su lema de guerra, potenciado cuando aparece alguna chica guapa, momento en el que procura estar visible para ser el receptor de la fémina. Aunque algunas se les escapan, pese a que él se vea tan guapo «como Brad Pitt».
Después de los abrazos multitudinarios se toman un refresco o un café y cuando alguien se marcha porque se le escapa el autobús a Móstoles, Vallecas o Tres Cantos, qué decir, se despiden con un multitudinario abrazo.