Hay mucho en este personaje de quijote abulense que lucha contra los molinos de viento. Esos gigantes que agitan las aspas en la planicie castellana son los dirigentes del PP, a los que Fernández Bermejo lleva alanceando desde hace muchos años.

«Soy de izquierdas y soy consecuente», dice. «Luchamos contra los padres y ahora nos toca luchar contra los hijos». Para ello ingresó en la carrera fiscal en 1974, cuando Franco estaba hecho polvo por la flebitis.

Este hombre, identificado plenamente con el PSOE, siente las causas de la izquierda como una obligación moral. Por este motivo considera más importante servir al partido que cumplir con las leyes.

Hay un antecesor en el cargo con el que podría identificarse mucho porque sus vidas son realmente paralelas, hasta el punto de llevar el mismo primer apellido: Raimundo Fenández Cuesta, ministro de Justicia desde 1945 a 1951.

Los dos Fernández tienen un elemento común que les aproxima: su convicción de que el aparato judicial debe estar al servicio de una causa política superior, que en última instancia está representada por el partido. Sectarios, sí, pero por imperativo categórico.

El nuevo ministro es de izquierdas y Fernández Cuesta era de derechas, pero subyace en ambos la misma concepción instrumental de la ley.

Fernández Cuesta era amigo de José Antonio, con el que fundó la Falange en el Teatro de la Comedia en 1933. Admiraba a Mussolini y fue hecho preso por los republicanos en Madrid en 1936. Fue canjeado por Justino de Azcárate y se incorporó inmediatamente al Gabinete de guerra de Franco en Burgos.

Como secretario general del Movimiento y ministro de Justicia, Fernández Cuesta -que era letrado jurídico de la Armada- construyó el edificio legal del franquismo. Fue uno de los padres de la democracia orgánica y puso a sus camisas azules al servicio de Franco.

Zapatero espera también mucho de su Fernández, que tendrá la misión de colocar a magistrados de confianza en los altos tribunales, solucionar el problema de Pérez Tremps en el Constitucional y trazar «un cordón sanitario» que aísle a «la derecha judicial», según la doctrina del filósofo Cebrián.

A Bermejo, perfecto prototipo del homo zapateriensis, no le va a faltar entusiasmo en la tarea, como demostró al meter en la cárcel de forma preventiva a Mariano Rubio con la sutil argumentación de que había «alarma social» por el caso Ibercorp.

Bermejo, que fue asesor del ministro Ledesma, conoce perfectamente los entresijos de la Justicia, lo mismo que Fernández Cuesta se desenvolvía de maravilla por los pasillos del régimen.

Puede jactarse con orgullo de que es uno de los raros fiscales que fue promovido con todos los votos en contra de sus compañeros, lo cual demuestra su capacidad para crear consensos.

Le vi en una manifestación contra la guerra de Irak agitando una bandera roja. Pronto le veremos ensartar con esa misma bandera a quien se le ponga por delante. Nos esperan tardes de sangre y de gloria.