JAVIER BLANQUEZ
Escenario: Espacio Movistar. / Fecha: 8 de febrero.
Calificación: ***
BARCELONA.- Que Alaska y Nacho Canut vuelvan a disfrutar de un público numeroso es de justicia (poética). Cuando dieron por finiquitada la etapa Dinarama y se lanzaron al pop electrónico con Fangoria, una porción de su base de fans les dio la espalda y durante casi una década han tenido que vivir en el underground con una parroquia, la de la música de baile, que no era la suya.Pero todo lo bueno se reencauza, las oportunidades surgen y quienes erraron al creer que Alaska dejaba de ser ella misma para reivindicar sonidos electrónicos han vuelto al redil, y hoy Fangoria goza de una popularidad renovada y merecida. Dos fechas en el Espacio Movistar, el éxito de ventas de sus tres últimos discos -los más pop en la forma- y una sincera reinvindicación del kitsch, la seborrea y lo camp han hecho el resto. Fangoria son, por fin, lo que tendrían que haber sido desde el principio.
Por eso, salen al escenario confiados y triunfantes, apoyados por una escenografía lujosa dentro de su sobriedad, y con un repertorio solidísimo que no es que necesite temas de la etapa Dinarama o Pegamoides (todo eso hace años que quedó atrás en las carreras de Nacho y Alaska), sino ni siquiera de los primeros discos de Fangoria, en especial Salto mortal o la trilogía de Vulcano. Con álbumes como Arquitectura efímera o el reciente El extraño viaje como columna vertebral del setlist, Fangoria dejaron claro que viven en el presente. Y aunque su presente es menos aventurero que el que disfrutaban en los inicios de Fangoria -lo que antes era borrachera de house y trance ahora son referencias kitsch, un sonido bakala y licencia absoluta al petardeo-, siguen siendo una de las bandas más coherentes del pop español.
Por supuesto, Fangoria impone una barrera estética al público generalista. Hay que comprender ciertos códigos -la superficialidad y la vulgaridad de la que alardeaban hace años, la pluma, las amistades peligrosas tipo Nancys Rubias, Miranda y La Terremoto de Alcorcón, teloneros y final de fiesta respectivamente de tan casposa noche-, pero incluso no dominándolos hay que reconocer la inteligencia, calidad y validez de una propuesta que ya dura 15 años y que sigue siendo única en su singularidad y poder de influencia. Cuánto mérito.
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