Huraño. Ricachón. Estudioso. Muy dado a la contienda a pesar del hábito y, sobre todo, un tanto conspirador. A grandes rasgos, así fue, según las últimas pesquisas, el arzobispo Don Gutierre de Toledo, fundador de la casa de Alba. Uno de los linajes más arraigados de nuestro país y también de los que más interés han despertado a lo largo de la Historia. Hasta ahora, 28 generaciones. La investigación del historiador José Luis Sampedro, que publica La Casa de Alba. Mil años de historia y leyenda (Ed. La Esfera), añade dos ascendientes más. Y una fecha fundacional: 1429.
Misteriosamente olvidado en los árboles genealógicos de la propia casa de Alba, don Gutierre nació en la toledana calle de la Ciudad en 1376, fruto del matrimonio entre dos nobles: el II señor de Valdecorneja y Leonor de Ayala. Bien pronto demostró su sagaz tesón, doctorándose en Derecho Civil y Canónico... Pero su verdadera carrera, con la que de alguna forma arranca también la estirpe que llega hasta Cayetana Fitz-James Stuart, arranca en aquel 1429. El rey Juan II de Castilla concede el señorío salmantino de Alba de Tormes a don Gutierre de Toledo. Es la primera y más importante de las tres piedras fundadoras. Un prelado ambicioso y hosco que recibe la villa como premio por su lealtad al monarca. No era una fidelidad desinteresada. Tan sólo respondía a la intención del clérigo de que la familia ascendiera varios escalones sociales. Una ambición que terminó por volverse en su contra.
Siempre incorformista, este primer Alba no aceptó de buen grado el nombre del nuevo obispo de Sigüenza. Numerosos testigos le inculparon en la muerte, envenenado, del mitrado Juan Serrano. Comprando a su cocinero. Con hierbas. Con veneno. Cualquier cosa con tal de abrazar más poder. Pero, lo único que agarró fueron los barrotes de la cárcel durante varios años.
Tras declararle inocente el Papa Benedicto XIII en Marsella, la reclusión terminó en el 1407. Una libertad atribuida por muchos -una vez más-, a sus buenos contactos en la Curia y, sobre todo, a la precariedad económica de Su Santidad, que las monedas de don Gutierre supieron aplacar. Las ayudas entre ambos no acabaron ahí y el pionero de los Alba, pese a la oposición del Rey, fue designado embajador de Roma.
Don Gutierre no estuvo solo en el ambicioso proyecto de colocar a los Alba en la cúspide de la época. Su sobrino Fernán le apoyó. También fue su sucesor. Tras un nuevo periplo entre rejas, el obispo vio peligrar la titularidad del señorío. Para afianzarlo, hizo a don Fernán, II señor de Alba de Tormes. El traspaso de poderes sirvió para recibir la dignidad de conde de manos de Juan II.
Las argucias familiares continuaron. El papel de ambos, arzobispo y sobrino, en la batalla de Olmedo purgaría sus rencillas con el monarca. Pero no todo acaba ahí. Con la muerte en 1446 del clérigo don Gutierre, don Fernando pierde el favor real. Recluído y desposeído hasta la muerte de Juan II, pasó por el altar con el beneplácito de Enrique IV, el Impotente. El matrimonio con Mencía Carrillo le dio a don Fernán, amén de emparentarle con un buen puñado de nuevas casas reales, un heredero: García de Toledo. Nació conde y acabó siendo el I duque de Alba.
Con García de Toledo arranca la genealogía oficial de la casa, esa que cuenta sólo 28 generaciones hasta Cayetana. El ducado fue la recompensa por su lealtad a Enrique IV. Después también supo ganarse el favor de los Reyes Católicos. Alianza con los nuevos inquilinos del trono que le sirvió para ampliar sus tierras. También su bolsillo, pues se le permitió recaudar impuestos (usó en la tarea a la colonia judía en España).
Pero no todo es historia en la casa de Alba, hoy la de más títulos nobiliarios de toda Europa. También hay mucha leyenda. A veces una y otra aparecen mezcladas. Según las genealogías de la familia, su antepasado más antiguo se encuentra en el siglo XI. El legendario Pedro Paleólogo, conde de Carrión, figura como hijo -o como hermano, según las distintas versiones- del emperador bizantino Isaacio Commeno. El príncipe de Bizancio habría venido a la península a prestar ayuda al monarca Alfonso VI, al que en ese tiempo también rendía cuentas un tal Rodrigo Díaz de Vivar... El Cid. No debió de ser más que una leyenda, pues los expertos desmienten la presencia de Pedro alguno en la genealogía de los Commeno.
EL PERILLAN
Otra de las leyendas de la gran casa ducal se sitúa en el Toledo de la Reconquista, con gran rivalidad entre reconquistadores y la población mozárabe preexistente. Su regidor, el prócer mozárabe Esteban Illán, proclamó rey a Alfonso VIII. En recompensa, el monarca le cedió la tenencia de las puertas de Bisagra y Cambrón, así como un mesón en Zocodover. Su nieto, Pero Illán, de discutibles prendas morales, pícaro y descarado, pero no exento de simpatía, dio lugar al término perillán. Ambos, abuelo y nieto, están recogidos como antepasados legítimos en las crónicas de la familia.
Un linaje con tanto pedigrí está salpicado con alusiones a otros personajes ilustres. A caballo entre la Historia y el mito, surgen figuras como la de Santo Domingo de Guzmán, el Conde Duque de Olivares o hasta la del mismo descubridor del Nuevo Mundo, Cristóbal Colón. También lejanamente emparentado con el duque de Berwick y Alba estaba el premier británico Winston Churchill. Además de las casas reales de casi todo el Viejo Continente como los Médici, los Mantua o los Saboya. Según la diplomacia, tal es el rango nobilístico de la actual heredera de la Casa de Alba, que la mismísima Reina británica debería hincar la rodilla para saludarla. Nada más lejos de la realidad. En 1988, durante una cena oficial en el Palacio Real, Cayetana zanjó la polémica a golpe de reverencia.
Mil años de Historia y leyenda, que dice Sampedro. Primero fue el huraño y conspirador arzobispo Gutierre de Toledo. Aquél ambicioso prelado que por rozar la cúspide terminó abrazando hasta los barrotes de prisión. De él a Cayetana van 30 generaciones. Palabra de Sampedro.
«La casa de Alba. Mil años de historia y de leyenda» (Ed. La Esfera), de José Luis Sampedro Escolar, ya a la venta.
LAS CLAVES
LAS MAJAS DE GOYA
XIII Duquesa. A pesar de considerarlo una batalla pérdida, Sampedro rechaza la opinión popular de que la XIII Duquesa de Alba fuera la maja que posó desnuda para Goya. No hay constancia de que los lienzos pertenecieran a los Alba. La primera noticia ya las sitúa en la casa de Godoy.
ANTONIO MACHADO
Su padre, empleado de Los Alba. Otra de las leyendas que recoge el autor vincula a Antonio Machado con la Casa de Alba. Una sala del palacio sevillano de Las Dueñas, habitada por este linaje, vio nacer al poeta en 1875. En esa misma casa trabajaba su padre como empleado de los duques.
LA ANÉCDOTA.
El cuadro de «El Greco». El genial pintor recibió el encargo de Felipe II de un cuadro sobre el martirio de San Mauricio. Sin embargo, el monarca no lo expuso al público, porque El Greco decidió acompañar al entorno del Rey, presente en la imagen, del III duque de Alba. Era una clara alusión al poder social del linaje.
