De nuevo la sala de prensa del Hotel Hyatt a reventar, con decenas de profesionales sin poder siquiera acceder, y una vez más, al igual que ocurriera anteayer con The good german (El buen alemán), de Steven Soderbergh, un retraso desesperante. Pero ayer al menos todo quedó perdonado, pese a las casi tres horas de metraje de The good shepherd (El buen pastor), de Robert de Niro. El cine made in Hollywood lograba por fin en esta 57ª edición de la Berlinale los aplausos unánimes de los críticos presentes durante la proyección.
Y cuando por fin aparecieron Robert de Niro y los actores Matt Damon y Martina Gedeck, sin rastro alguno de Angelina Jolie, la prensa volvió a aplaudir los 167 minutos de una película que nos transporta a los primeros días de la Central de Inteligencia de EEUU (CIA), tras finalizar la II Guerra Mundial.
De Niro, en su segundo filme como director tras Una historia del Bronx y tan parco en palabras como es habitual, reconocía ayer ser «un hijo de la Guerra Fría» y haber invertido nueve años en poder llevar su idea, basada en un guión escrito por Eric Roth hace 15 años, a las pantallas.
El actor, que se ha reservado el papel secundario en su cinta del general Bill Sullivan, fundador de este servicio de inteligencia, defiende que ha hecho su película «tan real como era posible». Y entre risas, aclaró que el exceso de tiempo que le ha llevado ejecutar el proyecto se ha debido a que «pretendía que el resultado final -producido por Francis Ford Coppola- fuera realmente bueno». «Además, tengo otras obligaciones para ganarme la vida, como por ejemplo mi trabajo como actor».
La historia, con un ritmo apaciguado e intenso, nos presenta a un joven de espléndido historial universitario y aficionado a la poesía, Edward Wilson (Matt Damon), con serios problemas para implicarse emocionalmente con su entorno, que desde una paranoica sociedad secreta estudiantil, Calaveras y huesos, es reclutado para el servicio secreto anterior a la CIA y enviado durante seis años a Berlín, apenas acabada la guerra, cuando sólo hacía una semana que se había casado tras dejar embarazada a la hija de un senador, papel que desempeña Angelina Jolie.
Esa dificultad en lo referente a los sentimientos le acompañará el resto de la película, que abarca desde los años 40 hasta mediados de la década de los 60 y el fallido desembarco en Bahía de Cochinos (Cuba) de opositores al régimen de Fidel Castro apoyados por Estados Unidos.
La CIA es presentada, según De Niro, como la percibe un estadounidense medio, sin toques partidarios ni críticos. Y la frialdad de sus agentes se percibe a la hora de ejecutar los actos de violencia que les han sido encargados, incluido el asesinato de sus propios elementos molestos o dejar que asesinen a las novias embarazadas de sus hijos lanzándolas desde un avión en pleno vuelo.
Y aviso para navegantes: el actor-director podría acometer dos nuevas entregas de la serie, una relativa al periodo de 1961 a 1999, centrada en el emblemático Muro de Berlín, y otra en nuestros días.
Matt Damon era ayer en Berlín el elemento jovial del trío del equipo presente en la sala de prensa del Festival Internacional de Cine de Berlín. Y a la prensa local se la ganó cuando alabó la capital alemana, «una ciudad que me encanta por la energía que fluye». El actor vivió durante seis meses en sus calles mientras rodaba una película y ayer comunicó que volverá para rodar escenas de otra, The bourne ultimatum.
El actor estadounidense se deshizo en elogios para De Niro -«siendo él actor y director te sientes doblemente respaldado»-, pero sobre todo para una de sus compañeras presentes, la alemana Martina Gedeck, que triunfó el año pasado con el filme germano La vida de los otros, así como en Partículas elementales o Deliciosa Martha.
Presente en las últimas grandes producciones alemanas, Gedeck, que interpreta a la espía germana Hanna Schiller, reconocía ayer en Berlín que trabajar con De Niro «ha sido una de las experiencias más fantásticas que he tenido como actriz».
Algo nerviosa, quizás por estar rodeada de un botón de muestra del glamour hollywoodiense presente en la Berlinale, la intérprete destacó del actor-director que «deja libertad a todos los que participan en el rodaje y tiempo suficiente para conectar con tus compañeros de reparto».
Comparando el cine que se hace en Alemania con el que procede de Estados Unidos, Gedeck destacó que en este país «el séptimo arte es sinónimo de dinero, tiempo y saber hacer». No contenta con ello, añadió que «está considerado un bien cultural preciado y te tratan como parte de ese bien precioso».
Para la cuarta jornada de la Berlinale, hoy se proyectarán el filme italiano In memoria di me (En mi memoria), del director Saverio Costanzo, sobre las dudas de un joven que inicia su preparación para convertirse en sacerdote católico, y la coproducción internacional Goodbye Bafana, del realizador Bille August, centrada en uno de los guardias que vigilaron a Nelson Mandela en su prisión surafricana.