Fabio Capello entiende que tiene que decir muchas cosas a algunos, pero prefiere guardar silencio. De momento. Una de esas cosas que tiene que decir es perdón... A Beckham, por supuesto.
Como se recordará, durante el castigo de un mes al que ha sometido al inglés, dos declaraciones suyas al respecto fueron posiblemente dañinas y seguramente evitables. La primera fue el 13 de enero, cuando justificó la decisión de ningunear a Beckham aludiendo a que el futbolista podría no querer seguir metiendo la pierna a cuento de su marcha en junio al Los Angeles Galaxy. Otro dedo en la herida lo metió Capello hace una semana, tras caer en el Bernabéu ante el Levante. Le preguntaron por si no había llegado ya el momento de tener en cuenta al apestado, para, al menos, aprovechar su habilidad en el lanzamiento de faltas (Sergio Ramos había finalizado ese partido tirándolas). Y se enfadó, y dijo que Beckham había metido muy pocos goles de falta con el Madrid.
Ayer, un gol de falta del inglés le echó una mano al técnico y sus consecuencias quedarán siempre en el limbo. Es más que probable que la remontada que ese gol originó le salvara de la destitución. No pidió perdón el técnico aunque se le preguntó por si lo iba a hacer. «Yo estoy feliz por él. Es un jugador que ya está integrado... No voy a mirar hacia al pasado, sino hacia el futuro».
El asunto de la estrella británica y de su incomprensible situación de un mes fue el centro de la rueda de prensa del italiano tras una victoria que le sirvió para respirar de forma más tranquila.
«En las últimas semanas he hablado dos veces con Beckham. Eso es algo que vosotros no sabéis y que yo no he dicho antes», dijo Capello. Sí, lo dice y debe ser cierto, pero no comenta de qué hablaron. ¿Qué explicaciones le pudo dar sobre un castigo tan injusto? ¿Qué fue lo que le comentó Beckham?
Profesional.
De momento, el inglés prefiere huir de la polémica y guardarse su turno de réplica. Esta semana podría ofrecer una rueda de prensa, aunque él mismo, profesional bien educado, desea no tratar este asunto. Sabe que le será inevitable. Todos los micrófonos, las cámaras y las libretas de los periodistas enviados especiales desde Madrid se lanzaron a por el inglés en cuanto se le vio aparecer en la salida de los vestuarios. Nada de nada. Bueno sí, una sonrisa perfecta y una mirada con sonido: «Perdonarme, sé que queréis que os diga algo, pero no es el momento para sacar pecho». Y se metió en el autobús a escribirle un mensaje interminable a Victoria en el que seguro que contó todas esas cosas que la prensa deseaba escuchar y grabar.
Capello midió muy mucho sus palabras, y pese a que se le preguntaron repetidamente, no dijo nunca algo parecido a: «No he llegado a temer por mi puesto cuando íbamos abajo en el marcador».
El italiano se limitó a insistir en una idea, que repetía invariable como si se lo hubiera ordenado su abogado defensor: «No he temido por el resultado porque confiaba en este equipo».
Es más, en un alarde, y se quedó a medias, el preparador madridista aireó lo que él entiende un apoyo intachable de sus jugadores: «Hoy ellos han demostrado algo...», desbaratando la teoría malvada que apuntaba antes del partido a que la plantilla podría bajar los brazos en Anoeta para forzar su marcha. «Ha sido un triunfo muy importante», dijo.
El segundo futbolista más señalado de Anoeta fue Bravo. El portero de la Real, horrible en las dos acciones de peligro (goles) madridistas, no sólo no se escondió sino que salió a la arena para, éste sí, pedir perdón: «El Madrid se ha llevado los tres puntos por mi culpa. No hay vuelta de hoja. He sido el culpable de la derrota».
Casillas, que falló en el 0-1, también admitió su culpa, pero afirmó que el balón hizo «un extraño» durante el vuelo. «Yo estoy muy feliz», dijo sonriendo.