De modo que los aficionados rojiblancos aguardan su estallido. Y por muchos motivos, entre ellos su origen. En una decisión polémica, Mijatovic entregó al Atlético el pasado verano a la joya de Valdebebas. El jugador con mayor proyección de la cantera del Madrid se marchaba a cambio de tres millones de euros. En una maniobra que contó con la buena fe de Miguel Angel Gil, Ramón Calderón rescató como pudo una opción de recompra -por el mismo dinero- durante los dos primeros años.

También lo esperan los aficionados porque este equipo necesita la calidad de Jurado. No hay otro futbolista en esta plantilla con el talento del último pase. Y sin embargo, teniendo las condiciones, Jurado todavía no es Jurado. «Estoy con muchas ganas, con mucha ilusión de hacerlo bien. Cada partido es una oportunidad que tengo para seguir creciendo y ser cada día un poquito mejor», dijo ayer, consciente de que los plazos se acortan. Quizá su padre, que desde su etapa juvenil acude a ver casi todos los entrenamientos de su hijo, le haya enseñado el camino para trocar la situación. Tampoco le ayuda demasiado su carácter. Tímido hasta el extremo, apenas multiplica sus palabras cuando revisa los catálogos de Land Rover. Es una apasionado de los 4x4, los coches grandotes que siempre relucen en el aparcamiento del Cerro del Espino. Quién sabe si será esta noche la de su confirmación. Los precedentes ayudan.

Los 30.000 espectadores que el martes pasado abarrotaban el Pride Park de Derby, en el Reino Unido, se pusieron de pie para aplaudir una de las muchas jugadas con las que Jurado comandó a la selección sub'21 frente a Inglaterra. Fue el mejor del partido, marcó un gol y las crónicas hablaron de una versión del chico más próxima a lo que se veía en el Castilla que a lo intuido en el Atlético. «Lo necesitaba. Me ha venido muy bien», explicó, y respondió como siempre cuando se le preguntó dónde está más cómodo: «En la mediapunta o un poco a la izquierda».