LUIGI BENEDICTO BORGES
MADRID. - Anteayer fue Santa Apolonia, patrona de la Odontología. Y a sus alumnos de la Universidad Complutense no les bastó con el cóctel matutino elaborado por su facultad, con orlas para los de 3º de carrera y música en directo. Por la noche tuvieron que tirar del móvil para organizar un botellón en la Ciudad Universitaria, que para algo también habían acabado los exámenes.
Hacía frío, pero eso no fue óbice para que la gran mayoría de las asistentes optaran porque sus vestimentas lucieran tacones y minifaldas más o menos escuetas. Así lo hicieron dos autodenominadas «buenas estudiantes de Odontología», Carmen y Patricia, que no sólo se dispusieron a «sufrir por lucir» en honor a su santa, sino que pudieron convencer incluso a amigas ajenas por completo a su carrera, como una joven llamada Samantha que acudió con ellas pese a tener examen de Políticas el miércoles y ponía cara de no saber donde se había metido.
Por los jardines anexos a las facultades los estudiantes abrían sin cesar botellas de todo tipo. La zona ofrece amplios espacios donde aparcar los coches-discotecas, en funcionamiento hasta que a medianoche llegó el primer coche de Seguridad que impuso una somera bajada de los decibelios.
Era la hora del nacimiento de las melopeas en los cuerpos de un grupo de estudiantes de Derecho a quienes no les importaba confesarse «Borrachos Adúlteros Sin Fronteras» y ponerse gorros de piel de vaca. No hacían caso a las explicaciones de una joven platónicamente enamorada de su profesor de Historia de la Odontología, del que aprendió que «a Santa Apolonia se le invoca contra el dolor de muelas porque fue una mártir que vivió en Alejandría y perdió su dentadura cuando la torturaban los del Imperio Romano para que renunciase a la fe cristiana».
No le dio tiempo a más explicaciones a esa chica, perteneciente al Playmobil's Club porque sus manos adquieren la forma de la de los muñecos de tanto coger vasos de tubo. Eran las 1.10 horas y cuatro coches de la Policía hacían acto de presencia. Su destino era la Facultad de Periodismo, también botellonera, pero la mayor parte prefirió huir antes de ser multados, y marcharon rumbo al Metro y las discotecas, o hacia el Instituto Anatómico Forense, donde acabó el que ellos llamaron «el primer botellón del año».
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