Domingo, 11 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6265.
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LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA / Barack Obama anuncia su candidatura en Illinois, donde Lincoln libró su batalla contra la esclavitud / «Ha llegado el momento de traer las tropas de Irak», afirma el aspirante demócrata
«¡Un futuro diferente es posible!»
CARLOS FRESNEDA. Enviado especial

SPRINGFIELD (ILLINOIS).- Barack Obama, el primer candidato negro con serias probabilidades de llegar a la Casa Blanca, eligió ayer la sombra protectora de Abraham Lincoln para anunciar lo que todos sabían. Bajo un frío asesino, y ante miles de seguidores mayoritariamente blancos, el senador con sangre de Kenia y de Kansas condenó la Guerra de Irak como un «trágico error», hizo un llamamiento a la unidad y prometió devolver a los americanos la esperanza.

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«Me levanto ante vosotros para anunciaros mi candidatura a la Presidencia de Estados Unidos", proclamó en el momento más coreado de la función («¡Obama, Obama!»), ensalzada con los ribetes de los grandes acontecimientos históricos a los pies del viejo Capitolio de piedra de Springfield (Illinois).

Frente a la lejanía de Hillary Clinton, que se parapetó en internet para lanzarse al ruedo electoral, Barack Obama, prefirió el aliento de sus paisanos en su bautismo de hielo y fuego. Y a diferencia de su rival demócrata, que fustigó a Bush, Obama prefirió no mentarlo por su nombre, fiel a su consigna de superar las líneas divisorias.

Obama, de 45 años, rindió sin embargo pleitesía a otro presidente republicano, hijo adoptivo de Illinois como él, como queriendo propiciar una carambola histórica y recordar de paso la lucha por la supresión de la esclavitud: «Lincoln tuvo sus dudas y sus derrotas, pero gracias a su voluntad y a sus palabras fue capaz de mover hacia adelante a una nación y de ayudar a conseguir la libertad a un pueblo».

No hizo referencia a su padre africano ni a su infancia en Hawaii e Indonesia. No puso sobre el tapete la cuestión de la negritud, aunque posó junto a su mujer Michelle y a sus hijas Malia y Natasha como la típica familia afroamericana de clase media. Presumió de haber trabajado para sacar de la miseria a los barrios marginales de Chicago, y omitió el hecho de haber sido el primer presidente negro de la Harvard Law Review.

«Sé que no he pasado mucho tiempo aprendiendo como funciona Washington», dijo para excusar su falta de experiencia, apenas dos años como senador. «Pero he estado allí los suficiente para saber que las cosas tienen que cambiar».

Proclamó su fe cristiana y por momentos -raro en él- sonó como un predicador negro reclamando el amén a la parroquia: «Vamos a invertir en educación. Vamos a acabar con la pobreza en América. Vamos a garantizar el seguro médico universal. Vamos a ser la generación de la que puedan estar orgullosos las próximas generaciones. Vamos a...».

Su discurso adoleció de propuestas concretas y sólo tocó tierra en la cuestión de Irak. Su prioridad, dijo, será poner fin a la guerra. «América, ha llegado el momento de traer las tropas a casa», proclamó Obama. «Ha llegado el momento de admitir que más vidas americanas no van a resolver las diferencias políticas que están en el corazón de una guerra civil de otros».

El repliegue de las tropas estadounidenses, dijo, es «la mayor esperanza de que los suníes y los chiíes asuman sus responsabilidades y se sienten a negociar. El candidato demócrata habló del «fallo de liderazgo internacional», pero no esbozó las líneas maestras de su política exterior y fue muy cauto a la hora de criticar a la Administración Bush.

«¡Un futuro diferente es posible!», dijo a modo de proclama final, entre un ondear de banderas americanas, bufandas y gorros de lana. Barack Obama fue el único que aguantó la helada matutina sin guantes y se prodigó en saludos a sus fans. El tema que abrió brecha fue The City of Blinding Lights de U2, aunque quien logró caldear finalmente el ambiente fue el revivido James Brown con I feel good.

Los afroamericanos fueron minoría en el centro desvencijado de Springfield, pero se hicieron notar. Diane Davis, de 52 años, llegó desde Champagne, Illinois, para dar un espaldarazo a su candidato. «Voy a engancharme como voluntaria a su campaña, pero no porque sea negro, sino porque este país necesita un cambio radical».

Diane, que trabaja como secretaria en la universidad, certifica la presencia de sangre joven en el mitin («la leva de Obama», se hacen llamar), pero se rinde ante la incuestionable mayoría blanca entre el personal: «Es verdad, aquí no hay muchos afroamericanos. Pero en Chicago es otra cosa, allí somos casi mitad y mitad. El problema, en todo caso, es que todavía no conocen a Obama, sobre todo en el sur».

«Pro-Obama, Pro-Vida», podía leerse ayer en la pancarta ondeada por Linda Stockard, enfermera, de 37 años, abriéndose paso entre el coro de antiabortistas de Springfield: «Yo estoy registrada como republicana pero me gusta el discurso de Obama, porque no trata el tema con la ligereza de los demócratas».

El frío no arredra al soldado Ted Atkins, de 21 años, que viene a ver a Obama en uniforme y que en abril partirá rumbo a Irak: «He venido sólo a escuchar, me han traído unos amigos... ¿Lo que ha dicho de Irak? Me parece razonable, aunque no quiero pronunciarme políticamente... Todos queremos que se acabe cuanto antes esta guerra».


...pero el voto negro se inclina por Hillary

SPRINGFIELD.- Entre los votantes negros Hillary Clinton aventaja a Barack Obama por una abrumadora diferencia de 40 puntos. Según un reciente sondeo del Washington Post y la cadena ABC, el 60% de los afromearicanos se inclinan por la ex primera dama frente a tan sólo el 20% por el candidato de color.

Cornell Belcher, especialista en sondeos de la campaña del senador, tiene una fácil explicación: «Los afroamericanos conocen a los Clinton y no conocen suficientemente a Obama. Esos números van a cambiar a partir de ahora». Sin embargo, el sociólogo de Harvard Orlando Patterson considera que detrás de esas cifras hay una «triste verdad», y así lo explica en el último número de la revista 'Time': «Obama está siendo rechazado, porque muchos americanos negros no le consideran uno de los suyos y se sienten incluso amenazados por lo que representa».

Cabe también otra posibilidad, apunta Patterson, y es que de la misma manera que Obama ha roto las barreras, «los afroamericanos pueden haber trascendido la cuestión racial y son más proclives a votar al mejor candidato, sin importar su color».

«Los negros no van a votar a Obama simplemente porque sea negro, de la misma manera que no todas las mujeres van a dar su voto a Hillary por el hecho de ser mujer», declara al 'USA Today' Bruce Gordon, director ejecutivo de la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color (NAACP).

Obama tendrá que sudar también lo suyo para conquistar el favor de la vieja guardia de líderes negros, desde Jesse Jackson al reverendo Al Sharpton. Éste baraja aún la posibilidad de volver a presentarse, lo que crearía aún una división más profunda entre los negros, que representan el 11% de los votantes registrados, suficientes para marcar la diferencia y desequilibrar la balanza.

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