La decisión de Barack Obama de competir por la Presidencia de EEUU no sonará a sorpresa a los 300 habitantes de Nyangoma Kogela, su pueblo natal, situado al oeste de Kenia. Hace mucho tiempo que los pobladores de esta aldea de casas de ladrillo, asolada por el sida y por la que merodean en libertad los pollos y las cabras, saben que su hijo predilecto estaba destinado a grandes cosas, aunque sólo un puñado de ellos crea que va a convertirse en el primer presidente de raza negra de Estados Unidos.
Uno de ellos es la mujer que crió a su padre y luego le animó a él a marcharse a estudiar a Estados Unidos: un acontecimiento que condujo directamente a Barack Obama al inicio de su carrera política. «He tenido un sueño, ¿sabe?, un sueño recurrente... He visto a Barack rodeado de soldados vestidos de uniforme. Al principio no lo entendí, pero ahora me doy cuenta de que es que va ser presidente», confesó hace poco a The Times Sarah Onyanga Obama, la madrastra de su padre, que actualmente tiene 84 años. Conoció a Obama en la primera visita que éste rindió a Kenia, en 1987. Dice que se dio cuenta inmediatamente de que se trataba de alguien especial y «alabó a Dios» por haberle permitido recibir tan buena educación.
«Aquí todos creemos que la clave es la educación... su padre siempre nos contaba lo bien que lo estaba haciendo en el colegio. La primera vez que vino a vernos debió de ser incómodo para él, pero nunca dejó que se le notara», dice. «Comía lo mismo que comíamos todos: huevos, cabra, alguna vez pescado».
El padre de Obama, que se llama igual que él, murió en un accidente de coche en 1982. Abandonó Kenia en un viaje de estudios a Hawaii y allí conoció a la madre del candidato. Más tarde dejó a su mujer y a su hijo, que por entonces tenía solamente dos años, y regresó a Kenia. Obama sólo vio a su padre una vez más, varios años después.
Las paredes de la casa donde Sarah, la segunda mujer del abuelo de Obama, sacó adelante a seis niños, están cubiertas de fotografías del héroe local, que ya ha logrado casi el estatus de superhéroe. Su visita en agosto de 2006, poco después de que obtuviera el escaño en el Senado, les convenció de que habían engendrado un triunfador. Su tío Said Husein Obama, que trabaja de técnico en el centro regional de Kisumu, a pocos kilómetros de allí, recuerda cómo ayudó a Obama hijo a documentarse para redactar su libro Sueños de mi padre, cuando visitó Kenia en 1992.
En el transcurso de aquella visita se enteró de que su padre, un hombre al que llegó a idolatrar durante su juventud, había caído en desgracia después de ser uno de los mayores economistas de Kenia y se había entregado al alcohol en los meses previos a su muerte.
«Recorrimos juntos todos los barrios. Fue una experiencia reveladora», cuenta Husein, y añade que vio con orgullo cómo su sobrino, en su última visita, llegaba a enfurecer a los políticos kenianos con una invectiva contra la corrupción en la que centró una de sus conferencias.
«Todo el mundo estaba con él. Nuestros políticos saben que no pueden criticarle como hacen con los occidentales blancos. La gente de aquí está encantada. Es un modelo y un hombre que lo ha conseguido todo en la vida», añade Husein.
Muchos esperan que Barack Obama dé a conocer el nombre del pueblo (que no se encuentra muy lejos del lago Victoria) y lleve oportunidades comerciales a una zona en la que la mayoría de la gente subsiste con menos de un dólar al día. La aldea ya ha obtenido algunas ventajas: una escuela que el senador ayuda a financiar y lleva su nombre y un nuevo manantial que costó 2.000 dólares (unos 1.700 euros) y proporciona agua potable a varias localidades vecinas.
«Antes no habríamos recibido ese dinero de ninguna manera, pero fue todo bastante sencillo. Un montón de gente empezó a enviarnos donaciones después de la visita de Barack», dice Wilson Obama, primo del senador.