Petraeus se encargará de poner en marcha los nuevos planes del Ejército de Estados Unidos, para los que el presidente George W. Bush anunció el envío de 21.500 soldados adicionales. Unos efectivos que se suman a los 132.000 militares estadounidenses que ya están presentes en Irak.

En una reciente comparecencia ante el Senado estadounidense, el general describió la situación como «nefasta», aunque sostuvo que todavía hay motivos para la esperanza. Ayer, en su primer mensaje como jefe de las fuerzas estadounidenses, instó a sus hombres a trabajar «codo con codo» con los iraquíes para acabar con la violencia. «La guerra entrará pronto en su quinto año. Se acerca un momento decisivo», advirtió Petraeus en su discurso. De todas formas, el general recordó que, «al final, serán los propios iraquíes quienes decidirán el resultado de esta lucha».

Petraeus ya avisó de la importancia de ganar «las mentes y los corazones» de los iraquíes en el manual del que es coautor sobre cómo el Ejército de EEUU debe combatir a la insurgencia. A esta cooperación con los ciudadanos del país asiático se refirió ayer ampliamente en su discurso, en el que también alertó sobre el riesgo de minusvalorar al enemigo. «No podemos permitir que los asesinos de masas tomen la iniciativa», agregó el general.

Petraeus fue designado en enero por Bush como el hombre encargado de sacar a las tropas estadounidenses del atolladero iraquí. El hombre a quien sustituye, George Casey, ha pasado a ser el jefe del Estado Mayor del Ejército. Con 54 años, Petraeus tiene una amplia experiencia en Irak: participó en la invasión del país en 2003 al mando de la 101ª División Aerotransportada y ha estado destinado tres años en la difícil provincia de Nínive, en el norte.