Dentro de un amplio repaso a la situación internacional, el líder del Kremlin, ante los 270 delegados civiles y militares presentes en la capital de Baviera, arremetió contra Washington por su política unilateral y de dominio, que pone en peligro, a su juicio, la estabilidad mundial, y no sólo jugó con el ejemplo de Irak, sino que sus críticas se ampliaron a la Europa del Este.

Cuidándose de lanzar un piropo previo a George W. Bush - «el presidente de EEUU, que es mi amigo y es criticado por todo lo que hace, pero que es un hombre honesto con el que se pueden hacer negocios»-, Putin atacó ese «mundo unipolar» que trata de aplicar la Casa Blanca, «lo que no significa más que una cosa: un centro de poder, un centro de fuerza, un centro de decisión que actúa como un maestro único, un soberano único. Y esto no tiene nada que ver con la democracia».

«Estados Unidos sale de sus fronteras nacionales en todos los dominios y esto es muy peligroso, nadie se siente ya seguro porque nadie puede encontrar refugio tras el Derecho Internacional», añadió en el llamado Davos de la Seguridad.

En uno de sus discursos más duros contra EEUU en sus siete años en el poder, Putin afirmó que la aproximación «muy peligrosa» de Washington a las relaciones globales está alimentando la carrera armamentística y reprochó a la superpotencia «su desmesurado uso de la fuerza en las relaciones internacionales».

Putin también preguntó a Washington quién es ahora su «enemigo» cuando intenta ampliar el escudo de misiles a Polonia y la República Checa, miembros de la Unión Europea (UE). Tampoco escatimó críticas el líder ruso en dirección a la OTAN y su idea de estacionar tropas en Europa del Este. «Nadie me ha explicado ante qué amenaza se prepara con ese despliegue en nuestras fronteras», señaló el presidente ruso, quien recordó que la Alianza Atlántica «no es una organización universal».

El presidente ruso sorteó las críticas al estancamiento de la democracia en su país, a la presión sobre la prensa -«en Irak mueren más periodistas que en Rusia»- y a la nueva legislación que se aplica a las ONG -«un instrumento político contra nuestra nación»-, y dentro de su vigoroso discurso comprendió la preocupación por el programa nuclear de Irán, aunque minimizó el riesgo para Europa, ya que «sus misiles, unas 1.700 unidades en total, tienen una capacidad de alcance de 2.000 kilómetros».

También negó que Moscú haya prestado asistencia a Teherán en su programa atómico y se mostró sorprendido al no entender «por qué el régimen de Ahmadineyad no ha dado las respuestas y aclaraciones que pide la comunidad internacional».

Pese a que se llegó a anunciar que no asistiría a la Conferencia, aduciendo primero «razones técnicas» y más tarde una «enfermedad», al fondo de la sala se encontraba el negociador de Irán en la crisis, Ali Lariyani, que hoy se dirigirá en un discurso a los delegados de más de 40 países y ayer tenía previsto un encuentro con el Alto Representante de la UE para Política Exterior y de Seguridad, Javier Solana, así como con otros representantes europeos.

Lariyani, sin embargo, no se encontrará con el egipcio Mohamed El Baradei, director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), como en un principio estaba previsto.

Sobre la propuesta de la comunidad internacional para la provincia serbia de Kosovo, Putin pidió que no se jugase «al buen Dios».

«No impongamos nada a los serbios ni a los kosovares, si no será un fracaso», predijo el presidente de Rusia, país con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y que ayer repitió que lo ejercerá si el régimen de Belgrado no acepta el plan de Ahtisaari al que ha puesto reparos pese a que no reconoce de forma explícita la independencia de esta provincia serbia.

En otro debate candente, los precios de la energía, Putin exigió que sea el mercado el que los imponga, y no la «presión política».

El discurso de Putin recibió las críticas del secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, que juzgó sus declaraciones de «decepcionantes y poco productivas», así como de los senadores estadounidenses Joseph Liebermann y Lindsey Graham.

Liebermann acusó al líder ruso de utilizar «una retórica de la Guerra Fría» y Graham minimizó sus palabras tachándolas de «largas en bravatas y cortas en realismo». En cambio, el nuevo secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, se limitó a calificarlas de «interesantes y muy directas».