Domingo, 11 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6265.
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Ségolène Royal, de la euforia a la decepción
La candidata socialista presenta hoy un programa en clave de izquierdas para superar su crisis y recuperar terreno a Sarkozy
RUBÉN AMON. Corresponsal

PARIS.- El ascenso de Ségolène Royal al primer plano de la política francesa ha sido tan vertiginoso como su caída. El sectarismo, los deslices diplomáticos, los problemas de estatura, las diferencias conyugales y la rivalidad asfixiante de Nicolas Sarkozy redundan en una crisis de credibilidad que la aspirante socialista pretende resolver esta mañana en la periferia de París (Villepinte) con un mitin de expectativas y resonancias catárticas.

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Y es que Royal va a revelarnos su programa. Teóricamente se había consensuado en el cuartel general socialista antes de llevarse a cabo las primarias internas -aquéllas que la confrontaron a Laurent Fabius y Dominique Strauss-Kahn en noviembre-, pero Ségo necesita recuperar el terreno perdido con un discurso explícito de izquierdas y con un baño de masas plebiscitario.

Nada de guiños liberales ni de recetas híbridas. Royal quiere ganarse a la clase obrera, demonizar los grandes poderes, desafiar los imperios mediáticos, aglutinar a los ecologistas, reivindicar el sindicalismo de masa, resolver la cuestión del alojamiento y mimetizarse con los funcionarios invocando el nombre sagrado de François Mitterrand. De otro modo, no hubiera reclutado al escritor de cámara de la Esfinge para dar envergadura a sus discursos, Erik Oresnna, ni tampoco se habría encomendado a la sombra de Mitterand en el Elíseo, Jean Louis Bianco, como jefe de campaña camino del primer turno del 22 de abril.

La estrategia pretende rectificar el individualismo que Royal había concedido a su candidatura. Fue un error desterrar precipitadamente a los viejos elefantes, como ha sido contraproducente marginar a Fabius y a Strauss-Khan de un equipo político que parece incapaz de rellenar de contenidos la telegenia y la sonrisa inmediata de la presidenciable.

Ségo se había presentado en plan mesiánico como un epígono contemporáneo de Juana de Arco. Ahora, los sátiros y los rivales la relacionan con Becassine, sobrenombre de una heroína bretona del cómic que debe su simpatía al provincianismo y la simpleza. Y es que Royal no sabe cuántos submarinos nucleares tiene el Ejército francés, bromea con la independencia de Córcega y elogia el modelo de la Justicia china. Son ejemplos de su perfil amateur. Y también las pruebas de una superficialidad que ha encontrado caja de resonancia en los medios franceses e internacionales.

Es el contrapeso proporcional a la euforia que había desatado Royal en su investidura. Tan exagerado era entonces hablar de una nueva era del socialismo y de un matriarcado revolucionario como lo es ahora simplificar la imagen de Ségo en los términos de una anécdota.

La cuestión, por eso, consiste en saber si la candidata socialista va a resistir el ritmo de las presidenciales. No sólo por su cierta predisposición a la autodestrucción y por sus problemas de envergadura política. También porque Sarkozy se ha erigido en un rival de mayor pegada. El aspirante conservador (Unión para un Movimiento Popular) y actual ministro del Interior es el protagonista absoluto de la escena. Mérito y resultado de una estrategia que ha robado a los socialistas las referencias patrimoniales -Jaurés, Blum Zola- y que ha desconcertado más aún en las filas de la izquierda por la naturaleza transversal que se aloja en el discurso político de Sarko.

No era igual bregar con un rival autoritario, inequívocamente derechista y vocacionalmente policial que hacerlo con un líder solvente, equilibrado, calculadamente humano y dispuesto a seducir a todos los franceses. La mutación sarkozyana, por tanto, ha obligado a modificar la línea y el contraataque de Royal. Es el ministro del Interior quien lleva la iniciativa y quien tiene a su servicio un gabinete de respuesta para magnificar los errores de la candidata y reciclarlos explosivamente en los canales de comunicación informativa tan leales a Sarkozy.

Los sondeos demuestran en esta misma dirección que el superministro ha dado la vuelta a la partida de ajedrez. Hace dos meses figuraba como perdedor y referencia frustrada, mientras que ahora es el máximo favorito, aventaja en seis puntos a Royal y ha conseguido mayor credibilidad que la rival socialista incluso en el cinturón urbano de las grandes ciudades.

Una rival peligrosa

Es la suma de los méritos propios y los deméritos ajenos, aunque los alfiles de la UMP saben perfectamente que madame Royal es un enemigo peligroso que no puede subestimarse. Meteduras de pata al margen, la candidata socialista representa la idea del cambio mucho más de cuanto pueda hacerlo su rival conservador, ministro plenipotenciario de la presente legislatura y político profesional desde los 21 años.

Es Royal quien encarna la era de las posideologías. Como es ella también quien ha convertido su género en una llamada de alerta a las conciencias: «compatriotas, es hora de que una mujer se convierta en la presidenta de Francia», jaleaba el pasado noviembre cuando las cosas marchaban.

De ahí proviene la estrategia de la resurrección. Ségo es consciente de que tiene que fiarse de su partido. También ha percibido la urgencia de realizar un movimiento a la izquierda, pero sobre todo va a poner en juego el papel de víctima, de agredida y de mártir.Ya hubo un anticipo en la reunión parisina del lunes. Decía la Zapatera sentirse ultrajada y vilipendiada. Acusaba a las revistas de haberle dedicado portadas nauseabundas y comentarios machistas. Ahí está la clave. Convertir cada ataque de Sarkozy en un insulto a las mujeres y en un ejemplo de política reaccionaria, trasnochada, desfasada. El problema es que su rival lleva dos meses sin nombrarla. ¿Lo hará hoy en el mitin de contraprogramación que ha improvisado el líder de la UMP?

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