Ségolène Royal es mujer, feminista, madre de cuatro hijos y vive con su pareja sin haber oficiado el matrimonio. Es decir que la candidata socialista representa un perfil electoral moderno y teóricamente sensible al género femenino. Pero sólo teóricamente. Los sondeos de opinión pública destacan que Sarkozy es preferido a la Zapatera con siete puntos de ventaja. Diferencias aún mayores en el ámbito del centroderecha y no tan relevantes en una encuesta de mujeres famosas que ha publicado Le Nouvel Observateur a propósito de este fenómeno en crisis.
Isabelle Adjani, actriz.
«Ségolène Royal no se reduce a un peinado, a una sonrisa o a una persona que explota su condición de madre y de candidata. Hay mucho trabajo y mucho sacrificio detrás de ella. También está a la vista su solvencia como ministra y como presidenta de Región. Aprecio de ella que aborde en sus debates cuestiones que ya no se consideran políticas. Me refiero a la noción de la humanidad, del sentimiento y de comprensión.
Mazarine Pingeot, hija de Mitterand.
«Admiro de Ségolène el mérito que supone no ceder a la impaciencia. Es ella quien mantiene los tiempos frente a la presión de los acontecimientos, los medios informativos, sus enemigos y sus propios camaradas. Ella domina y no encaja. Ha hecho coincidir el tiempo de la campaña con su propio tiempo. Quiero decir con ello que Royal es antes humana que política. No se deja llevar por los contratiempos coyunturales».
Catherine Miller, escritora.
«Tengo muy claro que no voy a votar por ella. Me parece peligrosa por esa predisposición a comprometer ciertos principios de la libertad de expresión. Ségolène es una robespierrette. Este país no necesita una mamá para enseñarnos la moral. Prefiero antes la hipocresía burguesa».
Bernadette, mujer del presidente.
«Es en primer lugar un look. Hay que reconocerle que es fotogénica. Ser mujer no es suficiente para imponerse en unas elecciones, pero es importante porque puede jugar un papel inesperado en el subconsciente de los rivales y de los propios electores».
Jeanne Moreau, actriz.
«¿Una mujer? Yo no la veo así. Para mí, Ségolène es un hombre político como pueda serlo cualquier otro. Estimo mucho su energía, su lucidez, la originalidad de su ritmo. Ella sabe escuchar a los demás antes de anunciar fórmulas perentorias. Quiere gobernar con los franceses y su integridad no puede ponerse en duda. Sabe hablar con respeto, sentido moral y disciplina. No quiero que renuncie a su integridad. Espero que su equipo la conforte.
Françoise Hardy, cantante.
«Royal es una bella persona, carismática y determinada, pero su discurso económico aloja muchas cuestiones inquietantes. Yo la preferiría menos atractiva en el la imagen y más coherente, más realista y menos demagógica en el plano de las ideas».
Julia Kristeva, psicoanalista.
«Royal es evidente. Representa la versión de feminidad más impresionante producida por el catolicismo francés: la belleza física se alía a un deseo de gobernar. Esta irresistible voluntad de poder, sobria y elegante, tiene un efecto tranquilizador. Ella encarna no sólo una revancha de todas aquellas mujeres que han sido descartadas del trono de Francia y de la política durante siglos. También encarna una esperanza de renacimiento a favor de un pueblo humilde que la globalización margina».
Laurance Parisot, presidenta de la patronal.
«Aprecio fundamentalmente de ella su capacidad para deshacer los tabúes. Fui consciente cuando ya desempeñaba Ségolène su cargo de ministra. En la campaña socialista tampoco ha tenido reparos en agitar el tabú de las 35 horas semanales. Y espero que no abandone esta cualidad. Me preocupa que su campaña pueda encaminarse hacia una dirección más clásica. No hay que hacer pronósticos. Es demasiado pronto».