Domingo, 11 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6265.
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Portugal vota por una nueva ley del aborto
Ocho millones de lusos deciden hoy sobre la despenalización hasta las 10 semanas
VIRGINIA LOPEZ. Especial para EL MUNDO

LISBOA.- «Aborté cuatro veces. En el tercero empecé a sentirme mal y me desmayé. Cuando me desperté estaba en el suelo en medio de un charco de sangre. Me arrastré hasta la cama de uno de mis hijos para que llamara a un médico. Pensaba que me iba a morir». Pero Cecilia, de 48 años, sobrevivió y tuvo que recurrir una vez más a los remedios caseros para poner fin a un embarazo con el que no podía continuar por falta de recursos económicos.

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Tiene tres hijos y vive en un barrio marginal de Oporto, junto a otras mujeres que se han visto en su misma situación. El aborto clandestino está a la orden del día. Entre los trucos que aprendieron de sus madres para abortar están los tés de hojas de perejil o la cerveza negra hervida con canela. Al beberlo hace que expulsen el feto. Recurren a antibióticos para combatir posibles infecciones. No siempre funciona. Lissete, vecina del mencionado barrio, murió en 1997, un año antes del primer referéndum sobre la despenalización del aborto, en el que venció el no.

«Me da rabia porque no pudimos hacer nada para ayudarla», comenta Esmeralda, de 58 años. «Cuando nos dimos cuenta de que había abortado era demasiado tarde». Desde entonces, Esmeralda, que también ha vivido el aborto clandestino en primera persona, hace todo lo posible por apoyar a las mujeres del barrio. «Tengo una nieta de 15 años a la que ayudaría a abortar si se quedase embarazada», confiesa.

Este domingo, más de ocho millones de portugueses tendrán que decidir en las urnas si están de acuerdo con la despenalización del aborto hasta las 10 semanas. Aunque la actual ley es similar a la española, la aplicación es mucho más restrictiva. «El aborto en Portugal es un tema tabú provocado por la presión del Colegio de Médicos, el conservadurismo de la sociedad y la falta de formación; en la universidad no se habla de ello», explica el médico Vasco Freire, miembro de la Asociación Médicos por la Elección.

Trabaja como médico de familia en un hospital en Lisboa y está convencido de que existen en Portugal «estructuras y condiciones para que las mujeres puedan abortar en los establecimientos sanitarios públicos». Ésa es la iniciativa del actual gobierno socialista, que quiere alterar «una ley que avergüenza a Portugal», en opinión del primer ministro José Sócrates, muy activo en la campaña.

«El sí no obliga al no, pero el no prohibe el sí». Es la opinión de la ex ministra de Sanidad socialista Maria de Belém Roseira. Mandataria del movimiento Ciudadanía y Responsabilidad por el Sí, defiende que el aborto es «una cuestión social que tiene que resolverse con políticas sociales y no con políticas criminales». Además, está convencida de que la actual ley «no evita el aborto clandestino, sino que empuja a las mujeres hacia ese agujero negro».

Según la Dirección General de Salud, en 2005 fueron hospitalizadas 3.216 mujeres con síntomas de haberse sometido a una interrupción voluntaria del embarazo sin condiciones higiénicas. Trece de ellas perdieron la vida durante la última década, según los movimientos del sí.

Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte de que sería posible reducir un 90% los abortos clandestinos con la aplicación de leyes menos restrictivas. Pero los defensores del no tienen una visión diferente.

Nuno Vieira, de la Plataforma No Gracias, compara el aborto con la esclavitud. «Las leyes que permitían la esclavitud no eran legítimas. Con la Ley de liberalización del aborto pasa lo mismo. De aquí a 50 años nos mirarán como nosotros miramos ahora a los que hace 150 años tenían esclavos. Es una cuestión de defensa de la vida».

Los movimientos contra el aborto defienden que por detrás de la pregunta del referéndum se oculta la intención del Partido Socialista de liberalizar totalmente esta práctica. «En estos momentos no hay ninguna mujer en prisión por haber abortado», argumenta Antonio Pinheiro Torres, del grupo Juntos por la Vida, para quien «el cambio legislativo no supondrá el fin de los abortos clandestinos, sino su aumento».

Sondeos favorables al 'sí'

Isilda Pegado preside la Fundación de Asociaciones de Defensa de la Vida y, por su experiencia, asegura que «ninguna de las mujeres que decidieron no abortar se han arrepentido de ello», algo que, según ella, no sucede siempre entre las que deciden poner fin al embarazo.

Los últimos sondeos publicados dan la victoria al sí, con poco más del 50% y un porcentaje de indecisos en torno al 16%. La abstención, superior al 40% en las encuestas, podrá marcar el resultado de la votación. En 1998 la participación ciudadana fue escasa y benefició al no. Quienes defienden el sí están convencidos de que la sociedad portuguesa ha cambiado, a pesar de que la Iglesia católica ha hecho campaña contra el aborto, lo que podría influir en los portugueses, sobre todo en el norte del país, más conservador.

El primer ministro José Sócrates asegura que la victoria del sí es la única forma de cambiar la ley, cuya aplicación es una de las más restrictivas de Europa. «Nadie está a favor del aborto, pero se trata de dejar de juzgar a las mujeres que lo hacen y que puedan abortar de forma segura», afirma la ex ministra Roseira.

En el barrio de Oporto, Esmeralda y Cecilia esperan con ansiedad el resultado del referéndum. «Si el no vence, con todo lo que he contado al final me van a llevar a mí a prisión», afirma Esmeralda.

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