Domingo, 11 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6265.
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 OPINION
DOS EN LA CARRETERA
De cómo Él celebra la liturgia del vino y Ella se aparta deprisa de los paraísos artificiales
En el intercambio epistolar de hoy, Él elogia la cultura del vino, aunque se declara abstemio, y pregunta a Ella si Zapatero se atreverá a enfrentarse con el colosal escándalo político que se organizará si se decide a cambiar la composición del Tribunal Constitucional. Ella no tiene dudas y cree además que el presidente ha nombrado a Fernández Bermejo para hostigar al PP. Finalmente, ambos abandonan la política y se enzarzan en una refinada discusión -trufada de citas literarias- sobre el vino, la poesía y los placeres prohibidos.
LUIS MARIA ANSON / CAYETANA ALVAREZ DE TOLEDO

UNO DE LOS GRANDES ARTISTAS ESPAÑOLES

Querida Cayetana...

A Santiago Calatrava, Premio Príncipe de Asturias, hay que alinearle junto a Picasso, Miró, Dalí, Gris, Gaudí o Chillida. Es uno de los grandes artistas españoles de los últimos 100 años. El libro de Philip Jodidio me ha dejado, una vez más, atónito, porque yo he escrito en muchas ocasiones sobre Calatrava y el tiempo continúa agitando mi asombro. Este arquitecto es hoy el primer nombre vivo del arte español. Ni en literatura ni en pintura ni en escultura ni en música tenemos a nadie que pueda igualársele. ¡Qué tío! La fachada del Palacio de las Artes de Valencia, fusión de la arquitectura y la escultura, es un prodigio y admite la comparación con los más bellos edificios de la Historia. Su proyectada torre Fordham Spire, de Chicago, con el cemento y el cristal en torsión, es música petrificada, una flecha que se refugia en el carcaj del cielo, el fulgor del genio auténtico, rival, que no espejo, de lo que le rodea.

Y tú y yo aquí, redacto esta carta el martes 6, a la espera de que Zapatero cometa la tropelía de manipular al Constitucional, obligando a dimitir al magistrado recusado para nombrar, siguiendo órdenes de Carod Rovira, el amigo de Josu Ternera, ese hombre, a un juez dócil para que el empate, el seis a seis sobre el Estatuto, lo resuelva la presidenta con su voto de calidad que ahí el PSOE se la metió doblada al PP al ganar la presidencia del Constitucional.

¿Tú crees, querida Cayetana, que Zapatero se atreverá a enfrentarse con el colosal escándalo político que se organizará si se decide a la gran manipulación del Tribunal Constitucional?

Querido Luis María...

Te confieso que no tengo una opinión formada sobre Calatrava. He paseado bajo las parábolas blancas y súbitamente azules del Palacio de las Ciencias y las Artes de Valencia. Es cierto que impresionan. Pero, ¿conmueven? Hay algo virtuoso, forzado, excesivo en esa osamenta futurista y prehistórica. En cuanto al rascacielos de Chicago, consuela saber que sus torsiones salomónicas no son meras concesiones a la estética o la vanidad, sino que cumplen la función práctica de amortiguar el viento. Ya sé que no planteo un debate nuevo: con Gaudí en la retaguardia, Calatrava se ha cansado de responder a quienes le reprochan sus alardes arquitectónicos: «¿Por qué no es admisible cuando es posible? Si me preguntaran, por ejemplo, por qué he diseñado unas columnas con la forma de mi mano, diría: porque es posible. En eso consiste la ingeniería: es el arte de lo posible».

Y con este guiño a la política, paso de la construcción civil a la deconstrucción del Estado. También para nuestro posmoderno Zapatero todo lo posible es admisible. Lo ha explicado el socialista-libertario (?) Torres Mora, al que algunos han elevado al rango de ideólogo gubernamental junto al sobredimensionado Philip Pettit, el tropical Dick Florida y el manso Suso de Toro: «Desconfiamos de las verdades, certezas y ortodoxias que están más allá del acuerdo, de la voluntad libre de la gente. En una democracia quienes mandan son los ciudadanos, y los ciudadanos están con Zapatero, más allá de cualquier intermediación». Pasemos por alto el remate optimista, obligatorio en estos momentos de manifestaciones transideológicas y mayorías menguantes. Centrémonos en la doctrina: la visión del gobernante como zahorí e intérprete de la voluntad subterránea de los pueblos; la aversión a las convenciones y las leyes; la idea de que el único límite al ejercicio del poder es la opinión pública.

Mientras la gente, con la panza llena y la mirada nublada, no reaccione, mientras los ciudadanos, por simpatía, ignorancia o desinterés, le consientan sus frivolidades y atropellos, Zapatero seguirá adelante con su proyecto trino de negociación con ETA, reforma confederal del Estado y marginación del PP. El suyo es un posibilismo a prueba de bombas, recusaciones y sesiones de control. Un posibilismo que se está llevando por delante no sólo los consensos básicos sino también la credibilidad de las instituciones que ahorman nuestra convivencia democrática. Veinticuatro horas han bastado para comprobar hasta dónde está dispuesto a llegar y responder a la pregunta que me has planteado y a las que todavía no me has planteado. Sí, forzará la dimisión de Pérez Tremps para someter al Tribunal Constitucional. Sí, seguirá negociando con ETA en la clandestinidad. Y sí, Fernández-Bermejo ha sido nombrado para hostigar al PP.

UN BUEN LIO Y NO MAREAR EL ASUNTO

Querida Cayetana...

No sé si sabes que yo le tengo cariño personal a Elena Salgado. Y admiración. Da gusto hablar con ella de música. Vino algunas veces a almorzar conmigo en mi despacho del ABC verdadero y me impresionó su sabiduría musical, su delicada elegancia y su encanto personal. Quiere extender ahora a la sociedad lo que a ella le ha ido muy bien para su salud. Y, claro, ha provocado una reacción de hostilidad en muchas gentes que desean hacer lo que les plazca: zampar hamburguesas, hartarse de bombones, beber con desatino, fumar como carreteros o leer a Cayetana y a Anson.

En el debate sobre el vino se ha metido la ministra en un buen lío. Yo que soy prácticamente abstemio sé muy bien lo que el vino significa culturalmente. Y más vale no marear el asunto. El vino es una religión. No se le puede tratar como a otras bebidas. Con el vino hemos topado.

Por las tierras vinariegas del verso de Dámaso Alonso, que Elena Salgado debería recorrer como hice yo años atrás, se forcatean las viñas como quien oficia una ceremonia religiosa; se majercan con unción; cérchanse amorosamente, mimándose los zarcillos y greñuelas; se esperguran los rastrojos para que no hurten la savia a los brotes que amanecen en las yemas del sarmiento nuevo; se pisa y se prensa la uva incandescente para imprimir el lenguaje del vino, como la rotativa imprimirá el lenguaje más torpe de los hombres; y se embodega el zumo en santo entierro para que actúen las fuerzas telúricas que enardecerán el caldo. La bodega es una cripta en donde se producirá la resurrección de la sangre. Las tinas, las cubas, los pellejos, odres y corambres son los nichos de la esperanza. Cuando se bazuqueó el mosto, se hundió la casca como una oración purificadora. Cuando se brizan los caldos se cumple un viejo rito para que la trasiega limpie el vino y lo transparente. En el silencio sombrío de la bodega, sin otra respiración que la entrecortada de las zarceras, el caldo está dispuesto a todo, hasta el crimen para resucitar. Un hombre que caiga a una cuba, un hombre al que deliberadamente se le arroje a ella, será devorado sin piedad.

Así, un día, el pájaro de alas rojas levantará su pico al viento. El vino mujeriego y frívolo, el vino espumoso y efervescente, el vino grave y severo, con caricias de terciopelo y sabiduría conventual, calentará los cuerpos exangües de sus fieles y adoradores, cumpliéndose de esta forma el verso de Baudelaire, porque el alma del cáramo canta ciertamente en las botellas. Los corquetes, azuelas, chacas, doladoras, garrifetes, agraceras y los 1.000 utensilios de una liturgia precisa y anual no quedarán arrumbados, sino que reiniciarán la alegría de un nuevo ciclo hasta la próxima resurrección de la sangre.

Querido Luis María...

La semana pasada evocabas a Poe; ésta, citas a su traductor y devoto admirador Baudelaire. Definitivamente, te ha invadido el spleen. Y a mí también. Nos aburre la novedad. Sobre todo cuando las apelaciones a una vida moderna, sana y urbana se traducen en prohibiciones trasnochadas y paternalistas. Resistiré la tentación del tópico. No te diré que a partir de ahora me entregaré a los placeres de las hamburguesas gigantes, el alcohol y el tabaco. Sólo destacaré la contradicción entre la intransigencia de Salgado y la permisividad de Saura. Una contradicción que desoye y subvierte los buenos consejos de Baudelaire a sus exaltados lectores en Los paraísos artificiales. Atiende.

«Se me ocurrió hablar del vino y del hachís en el mismo artículo porque ambos poseen, efectivamente, algo en común: el desarrollo poético excesivo del hombre. El gusto frenético de hombre por todas las sustancias, sanas o peligrosas, que exaltan su personalidad, atestigua su grandeza. Pero es preciso analizar sus resultados. He aquí un licor que activa la digestión, fortalece los músculos y enriquece la sangre. Incluso tomado en gran cantidad, no causa sino desórdenes bastante breves. Y he aquí una sustancia que interrumpe las funciones digestivas, debilita los miembros y puede ocasionar una embriaguez de 24 horas. El vino exalta la voluntad; el hachís la aniquila. El vino constituye un soporte físico; el hachís es un arma para el suicidio. El vino hace que el hombre sea bueno y sociable. El hachís lo aísla. Uno es laborioso, por decirlo así; el otro, en cambio, es perezoso. Pues, ¿para qué trabajar, laborar, escribir, fabricar lo que sea, si es posible apoderarse del paraíso de un solo golpe? En suma, el vino es para el pueblo que trabaja y merece beberlo. El hachís pertenece a la clase de los goces solitarios: este hecho para los miserables ociosos. El vino es útil, produce resultados fructíferos. El hachís es inútil y peligroso».

Si tu melómana amiga no es letraherida, si es insensible a los vahos de Baudelaire, si no ha probado tampoco los alcoholes de Apollinaire, que por lo menos alguien le recuerde las resacas de Brassens o, mejor aún, el infantil lema soixantehuitard: «Prohibido prohibir».

EMANCIPARSE A VECES DEL DELIRIO POLITICO

Querida Cayetana...

Me alegra ver que te emancipas a veces del delirio político y regresas a la buena literatura, si bien con tu cita de Baudelaire pretendes mortificar de paso a Elena Salgado. Pero no tenías que trasladarte al siglo XVIII francés para hacer comprender a Zapatero y a sus cómplices que la provocación y las prohibiciones nos entran por un oído para atravesar el otro sin romperlo ni mancharlo. Dejemos, pues, los siglos decadentes y volvamos tú y yo, de la mano por la carretera, a la sabia Celestina. La alcahueta mayor de las Españas dedicó al vino un párrafo que es un prodigio de buen gusto literario. Atiende:

«...En invierno, no hay tal escalentador de cama, que con dos jarrillos de éstos que beba cuando me quiero acostar, no siento frío en toda la noche: de esto aforro todos mis vestidos cuando viene la Navidad, esto me calienta la sangre, esto me sostiene continuo en mi ser; esto me hace andar siempre alegre; esto me para fresca. De esto vea yo sobrado en casa, que nunca temeré el mal año, que un cortezón de pan ratonado me basta para tres días. Esto quita la tristeza del corazón, más que el oro y el coral; esto da esfuerzo al mozo y al viejo fuerza; pone color al descolorado, coraje al cobarde, al flojo, diligencia; conforta los cerebros, saca el frío del estómago, quita el hedor del aliento, hace potentes los bríos; hace soportar los afanes de las labranzas a los cansados segadores; hace sudar toda agua mala; sana el romadizo y las muelas; sostiénese sin hundir en el mar, lo cual no hace el agua».

Hay, sin embargo, una espina entre tantas rosas. Así se lamenta la vieja alcahueta enamorada de la vida y del vino: «No tiene sino una tacha, que lo bueno vale caro y lo malo hace daño». Ay, qué diría Celestina si hubiese tenido que pagar la factura en un restaurante de cinco tenedores, hoy.

El vino, sangre de las uvas, lagar de esperanza, esplendor en la yerba, alegría de la vendimia -Israel es una viña cuidada por la mano de Yahveh-, constituye el eje de la gastronomía desde la Europa refinada y cruel al Africa prieta y placentera, desde el Oriente altivo a la América ardiente y vegetal. Pedro Sainz Rodríguez, erudito sin violetas, solía decir que una buena comida planeada de forma rigurosa es una sinfonía, y las melodías a desarrollar las impone la bebida que se va a consumir. También Brillat Savarin tenía una idea armónica del yantar. «Me inclino a pensar -escribió en el más célebre de los libros gastrónomicos- que el olfato y el gusto forman un solo sentido, del que la boca es el laboratorio y la nariz la chimenea».

Pero si la comida no pasa de ser un cadáver suculento, el vino es un organismo vivo que nace un día, al que hay que criar como a un niño, que se marea, que enferma, que crece, se alimenta, envejece y muere. Cuando se hacen caminos por La Rioja española, asombra el trato al vino, que es un culto ritual y solemne, como si cada labrador, cada charrán, cada carrelero, cada viñador, cada cosechero, estuviera amasando la alianza nueva y eterna en el «tomad y bebed, ésta es mi sangre» del misterio eucarístico. Llano Gorostiza, en un espléndido libro sobre los vinos de Rioja, recoge toda esta idea trascendente y ritual de su crianza.

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