MARIA JOSÉ RAGUÉ
Autor: Joe Penhall./ Traducción: Joan Sellent./ Dirección: Marta Angelat./ Escenograía: Max Glaenzel, Estel Cristià./ Diseño de imágenes: Julián Elizade,Carles Velat Angelat./ Música original: Las Migas./ Intérpretes: Pablo Derqui, David Bagés, María Ribera, Jordi Ballester, Carles Sales./ Escenario: Villarroel Teatre./ Fecha: del 8 de febrero al 11 de marzo
Calificación: ***
BARCELONA.- En 2000, en el Teatreneu vimos Blau/toronja de Joe Penhall, una obra que nos obligó a recordar el nombre de su autor.Uno de sus temas principales era el de los límites de la locura.Ahora, en este Unes veus, que presenta Marta Angelat, la inestabilidad y los desequilibrios mentales vuelven a ser el tema principal del texto.
Pablo Derquie, en el papel protagonista, da toda la versatilidad interior del personaje en una potente interpretación. Se trata de un esquizofrénico que ha sido dado de alta de un psiquiátrico bajo la responsabilidad de su hermano -magnífico David Bagés-, agobiado por la responsabilidad. El protagonista salvará a la chica -delicada María Ribera- del chulo, el más puro representante de la violencia de género, el único actor demasiado monocorde del reparto, Jordi Ballester. Un quinto personaje, entrañable Carles Sales, es el solitario ser perdido hacia la muerte de su soledad y su paranoia. Son cinco seres en la urbe del desamparo, cinco vidas perdidas en la violencia y la soledad.
Es ésta una muy exacta reflexión sobre la esquizofrenia desde el punto de vista clínico y desde el del comportamiento de quienes la sufren, acosados en ocasiones por esas voces, perfectamente normales en otros momentos de su vida. Estamos ante un poético retablo de soledades que tiene la virtud de no caer nunca en el melodrama, de estar construido en breves escenas, apuntes casi impresionistas que nos hablan de unas vidas, de unas relaciones en las que el humor y la ironía sirven a la elegancia y sutilidad del texto.
Marta Angelat ha sabido subrayar esa elegancia en un montaje pulcro y elegante, sin caer nunca en el exceso, midiendo bien las breves escenas. El escenario se diría que está desnudo de no ser ese artefacto que es a la vez mesa, cama o banco, de no ser por esa mágica ventana cuyas filmaciones muestran distintos momentos del mundo exterior. La música y la iluminación subrayan con una suavidad que las hace parecer inexistentes.
Acaso la elegancia, la minuciosidad y el cuidado de todos los detalles, pueda dar alguna sensación de lentitud en los frecuentes cambios de escena, pero tanto el texto como la puesta en escena tienen interés temático y calidad teatral.
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