Lunes, 12 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6266.
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El difícil equilibrio entre los deberes y los derechos

Será un camino largo. Pero, al final, todos tendremos que recorrerlo juntos. La inmigración es uno de los grandes retos que afronta nuestra sociedad. A nuestras ciudades llegan gentes de otros países y de otras culturas en busca de una vida mejor que la que pueden encontrar en sus países. Y, muchas veces, además, tienen costumbres muy distintas a las nuestras. Hábitos que perturban nuestra convivencia porque chocan con nuestra manera de entender las reglas de comportamiento en sociedad. Es evidente que no se puede consentir, ni por ellos ni por sus vecinos, que se hacinen en esos pisos que hemos dado en llamar patera y que no cuentan con las mínimas condiciones de habitabilidad; es evidente que no se puede tolerar que perturben, ya sea con ruidos, peleas o suciedades, a sus vecinos. Pero la lógica y el sentido común también dicen que de nada sirve manifestarse frente a sus casas para conseguir echarlos del barrio, porque sencillamente se irán a otro y allí se comportarán de acuerdo a los mismos esquemas; los únicos que conocen. Las medidas para integrar a estos nuevos ciudadanos que llegan de fuera son difíciles de encontrar. No sólo en Cataluña, no sólo en España, también en el resto de Europa se producen conflictos por las dificultades en la convivencia.Cierto es que todos estos argumentos de poco sirven a aquellas comunidades de vecinos donde una de las viviendas se ha convertido en piso patera; seguramente, esas familias afectadas se sentirán más respaldadas por los argumentos de algunos políticos que, con discursos demagógicos, sólo buscan conseguir votos. Pero los políticos, si son responsables, deberían ser conscientes de que ese electoralismo a partir de la desgracia ajena es pan para hoy y hambre para mañana.

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