Lunes, 12 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6266.
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El 'milagro' de la evolución humana
El Museo de Historia Natural de Nueva York abre la mayor exhibición consagrada a los orígenes y la historia del 'Homo Sapiens'
CARLOS FRESNEDA. Corresponsal

NUEVA YORK.- Los dos Austrolapitecus, de apenas un metro de altura, avanzan sigilosamene por las planicies de Laetoli, en Tanzania. Llevan el susto escrito en el rostro casi humano: la sabana está llena de voraces depredadores que acechan a cada paso. Caminan sobre los dos pies, y van dejando huellas que les serán de mucha utilidad a los paleontólogos al cabo de 3,5 millones de años.

La pareja de Austrolapitecus mira con perplejidad a su alrededor: nunca se habían visto rodeados de tantos parientes cercanos. Atrás quedó la fronda boscosa de homínidos que se andaban aún por las ramas; por delante tienen el árbol genealógico que paso a paso (Homo ergaster, Homo erectus) irá marcando el camino hacia el hombre moderno.

Y así llegamos hasta el esqueleto del Homo sapiens, flanqueado a su izquierda por el hombre de Neanderthal (las caderas más anchas, el cráneo más abultado) y perseguido de cerca por el chimpancé, como si no quisiera quedarse atrás. Tras ellos, una pantalla plana recrea la secuencia del ADN y nos recuerda que somos «idénticos» en un 98,8% a los primates más cercanos, aunque nos cueste creerlo.

«Somos el increíble y milagroso producto de la evolución», afirma con segundas intenciones Ellen Futter, presidenta del Museo de Historia Natural de Nueva York y madrina del nuevo Pabellón de los Orígenes Humanos que haría las delicias al mimísimo Darwin. Mientras en la América profunda abre sus puertas el Museo del Creacionismo, la institución que desde 1869 lleva explorando la senda intrincada de evolución ofrece el mayor muestrario de hallazgos paleontológicos e investigaciones genéticas, al servicio de una teoría que se despliega ante nuestros ojos como la historia más fascinante jamás contada.

«¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Hacia dónde vamos?», se preguna en voz alta Ellen Futter. El Pabellón de los Orígenes Humanos intenta responder no sólo a las dos primeras cuestiones, también a la última. Un elenco de científicos (Francis Collins, Eugenie Scott, Kenneth Miller) desfila por la pantalla plana para confesar su doble fe: en Dios y en la evolución.

Mejores humanos

Y una parte de la exposición está consagrada al futuro del planeta y de la especie humana, con visiones enfrentadas y retos al aire como el que plantea el biólogo James Watson: «Si podemos hacer mejores seres humanos alterando los genes, ¿por qué no hacerlo?».

Apretando un botón, el neófito en genética puede recorrer en un minuto la evolución genética de los últimos ocho millones de años, y descubrir sobre la marcha la mutación que produjo probablemente la separación entre el Homo sapiens y el hombre de Neanderthal.

Michael Novaceck, vicepresidente del museo, está detrás de este singular hermanamiento de la paleontología y de la genética en homenaje a Darwin. «Esta exhibició es una defensa enfática de la Teoría de la Evolución para explicar nuestros orígenes», sostiene. «Pocas teorías han sido sometidas a un examen tan riguroso, y aquí hemos reunido todas las evidencias que hasta ahora existen».

Un vistazo a Nuestro Arbol Familiar, que explora ocho millones de años de evolución desde los primeros homínidos, sirve para darnos cuenta de que existe no uno, sino muchos eslabones más o menos perdidos. Hallazgos recientes, como el de Atapuerca, han permitido una acercamiento a nuestros ancestros: paso a paso vemos cómo los expertos reconstruyen los músculos faciales a partir del cráneo Sigma 5, hasta recrear un rostro que nos mira como si se observara al espejo.

Seguimos por último las huellas tan visibles del Homo sapiens, y nos adentramos en los misterios del lenguaje (surgido tal vez hacer 50.000 años), de la música y del arte, y en la evolución tecnológica, comparada con las herramientas que a su modo utilizan los delfines y los buitres, y que ponen en duda todas nuestras certidumbres: «¿Somos únicos?».

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