Lunes, 12 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6266.
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 CULTURA
UN LIBRO REVELADOR / Barry Miles, ex agente de Allen Ginsberg y biógrafo de Burroughs o Kerouac, traza un exhaustivo retrato de la transición de los años 60 a los 70 / Un itinerario lisérgico de San Francisco a Londres
Ecos psicodélicos de la revolución 'hippie'
FRANCISCO CHACON

MADRID. - Llegar a la esquina entre Haight y Ashbury, en pleno San Francisco, y hacerse una fotografía bajo los letreros que indican el cruce entre ambas calles es una tentación irresistible para quien crea en la mitificación del movimiento hippie. Al fondo, el Golden Gate Park se alza impertérrito, como si aún resonara el eco de los conciertos que albergó a finales de los años 60, cuando Jefferson Airplane, Grateful Dead y tantos otros instaban a cambiar el mundo poniendo en práctica el lema «Haz el amor, no la guerra».

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A sus 63 años, el escritor británico Barry Miles revive ahora, de primerísima mano, aquella catarsis, que llegó a crear la falsa ilusión de que la utopía era posible. Este histórico de la cultura pop regentó en Londres la librería underground Indigo y fue miembro fundador de la revista International Times. Ejerció como agente de Allen Ginsberg o Frank Zappa en el Reino Unido, contribuyó a poner en pie el sello Apple con The Beatles y grabó discos recitando poemas de Gregory Corso o Lawrence Ferlinghetti. Además, ha publicado biografías de William S. Burroughs, Jack Kerouac y Paul McCartney.

La psicodelia corría por las venas de Miles, y sus viajes a la Costa Oeste ayudaron a forjar su militancia en la literatura y el rock de la libertad. De ahí que su visión de los días de LSD y rosas tenga escalas a ambos lados del Atlántico: San Francisco, Los Angeles, Nueva York, Londres, París...

La revolución sexual, la contracultura, el pacifismo (especialmente las protestas contra la guerra de Vietnam), la experimentación con sustancias psicotrópicas, la fascinación por la mística oriental y la heterodoxia galopante planean por entre las casi 400 páginas de Hippie, el volumen que la editorial barcelonesa Global Rhythm pone en circulación a modo de inmersión retrospectiva en el periodo comprendido entre 1965 y 1971.

Barry Miles dedica el libro «a todos los freaks y hippies del mundo», decenas de los cuales formaban su círculo de amigos en la época, antes y después del verano del amor (1967), marcado por las incendiarias actuaciones de Jimi Hendrix, Janis Joplin y The Who en el Festival de Monterrey.

Los Angeles del Infierno, Altamont, la rebeldía en la Universidad de Berkeley, Woodstock, Timothy Leary, las comunas, Cream... todo un maremágnum que el autor contextualiza: «Como los miembros de la generación beat, los hippies abominaban del aburrimiento estultificante de la sociedad consumista de la América de los años 50 y ofrecían una alternativa a la costumbre, entonces generalizada, de vivir en urbanizaciones idénticas, dormir en camas dobles, conducir coches virtualmente iguales, ver series televisivas soporíferas o fisgar por el ventanal del comedor para ver el ventanal del vecino».

«Sin embargo, eso no explica que en Europa se diera un movimiento similar, en especial en Gran Bretaña, donde apenas había quien pudiera permitirse un coche y ni siquiera quedaba espacio para construir urbanizaciones horteras», puntualiza a continuación, en un manifiesto esfuerzo por no circunscribirse a la California dorada.

Se retrotrae Miles al 7 de septiembre de 1968, cuando unas activistas del feminismo interrumpieron la retransmisión televisiva del concurso de Miss América para proclamar la liberación de la mujer. Y no olvida que «de la contracultura también surgió el movimiento por los derechos de los gays y lesbianas, cuya chispa se encendió en las revueltas del bar Stonewall de Nueva York en 1969, cuando los homosexuales de Christopher Street dijeron ¡basta! a la policía».

The Mothers of Invention (o sea, la troupe de Frank Zappa) dejaban atónitos a todo el mundo con sus marcianadas, The Byrds fundían folk y psicodelia, The Doors -que acaban de celebrar de forma patética el 40º aniversario de su primer disco, sin pudor por destrozar el legado de Jim Morrison- se enfrascaban en una ambiciosa poesía épica, Jimi Hendrix se exhibía con su guitarra en llamas, Syd Barrett (fallecido el pasado mes de julio) dialogaba con criaturas cósmicas y The Velvet Underground buscaba terciopelo en las alcantarillas.

La mirada perdida de Charles Manson, aquel asesino sectario que creyó descifrar mensajes apocalípticos secretos en el White Album de los Beatles, parecía una premonición de la hecatombe que enterró los ideales del hippismo a principios de la década de los 70.

Cuando se ilegalizó el ácido en California, numerosas hordas del flower power se apresuraron a certificar la defunción del movimiento. Pero fue la sucesión de tragedias que convirtió en mártires del rock a Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison lo que definitivamente sepultó el movimiento. El guitarrista ingirió una mezcla explosiva de somníferos y alcohol, la cantante de blues sangrante cayó fulminada por una sobredosis de heroína y el líder de los Doors apareció muerto en la bañera de su piso del barrio parisino de Le Marais. Los tres en extrañas circunstancias, cómo no.

Atrás quedaban, como recuerda Barry Miles, Easy rider y sus autopistas transitadas por moteros en dirección a ninguna parte. También Blow-up y Zabriskie point, de un Antonioni reinventado. Y los balbuceos del glam se abrían paso con urgencia: la odisea espacial de David Bowie concienció a muchos de que los tiempos estaban cambiando otra vez.


De Louis Armstrong a... Oasis

A la llegada de 'Hippie' a las librerías se suman otros volúmenes que completan el 'flashback' hacia tiempos de mayor creatividad. Ediciones Robinbook publica 'La historia del rock y las drogas', un volumen en el que Harry Shapiro traza un recorrido «desde los orígenes del jazz y la marihuana hasta la música 'dance' y el éxtasis». Actualmente involucrado en la ONG británica DrugScope, que lucha para rehabilitar a drogadictos, Shapiro fue biógrafo de Eric Clapton o Jimi Hendrix. Y en esta obra se afana en demostrar que la música de nuestro tiempo no sería la misma sin la influencia de los estupefacientes en cantantes y grupos tan diversos como Louis Armstrong, Duke Ellington, Dizzy Gillespie, Charlie Parker, Billie Holiday, Elvis Presley, Bob Marley, Keith Richards, Phil Spector, Marvin Gaye, Freddie Mercury y Oasis. También recoge las críticas al abuso de las drogas por parte de Elvis Costello, Pete Townshend o Bruce Springsteen.

La editorial Biblioteca Nueva acaba de lanzar 'Frank Zappa en el infierno', que lleva por subtítulo 'El rock como movilización para la disidencia política'. Un libro en el que el profesor de la Universidad de Valencia Manuel de la Fuente disecciona en profundidad las motivaciones que llevaron al iconoclasta del rock por excelencia a cruzar el umbral de la cordura musical. Pero va mucho más allá, y analiza las connotaciones políticas que muchas veces se escondían en las acciones de quien fue infatigable contestatario (por ejemplo, contra el ultraconservador Ronald Reagan). Por su parte, Miguel Angel Prieto recoge en 'La música del diablo' (T&B Editores) muchas de las leyendas e interrogantes que se han propagado, de forma mayoritariamente falsa, acerca de las estrellas del rock. ¿Estaba poseído Jim Morrison por el espíritu de un chamán? ¿Fue la muerte del batería John Bonham el pago al pacto satánico firmado por Led Zeppelin? Todo un divertido anecdotario.

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