Para alguien como él, aquello fue demasiado. La afición hacía la ola, Messi se le adelantó entrando en el campo y Rijkaard tuvo la osadía de tenerle ¡16 minutos calentando y esperar hasta el 86 para ordenar que entrara en sustitución de un compañero!
Y ahí volvió el gran Eto'o, genio y figura, torero de grandes citas, polemista infatigable. «No salgo», le debió decir a Eusebio, el encargado de comunicar el cambio. Rijkaard reaccionó rápido y metió al crack mediático de nuevo cuño, Oleguer. La cara de Eto'o en las profundidades del banquillo revelaba la tormenta interna que estaba viviendo.
Según fuentes del vestuario azulgrana, el problema radicó en que el camerunés esperaba jugar entre 15 y 20 minutos. Con el partido decidido, las ovaciones a Ronaldinho y Messi, y los cánticos de «¡campeones, campeones!» en la grada en honor al equipo de baloncesto, muy poca gloria podía rascar el africano en sólo cinco minutos.
El técnico barcelonista no quiso disimular su enfado con el camerunés tras el partido y desveló abiertamente su estado de indignación: «Es una lástima porque cada minuto es importante. Quizás cae alguna explicación».
En el club, sin embargo, se palpaba en el ambiente que el 9azulgrana acababa de encender el fuego de la enésima polémica que sacude al equipo en las últimas semanas, justo cuando el juego ha vuelto a ser el mejor. Edmilson se mostró resignado: «No me sorprende su reacción. Sabemos cuál es su personalidad y le respetamos».
Esta misma mañana, en el entrenamiento que se celebrará en el Camp Nou, el delantero azulgrana podría verse obligado a dar explicaciones. Pese a su jerarquía en el equipo, su amplio currículo en esta clase de episodios hace prácticamente inevitable que pida disculpas por su reacción. Y seguro que las habrá, porque una de las primeras llamadas que recibió ayer por la noche tras el partido debió ser la del mismísimo Joan Laporta. «Samuel, eres grande, pide hoy perdón ante los medios y ya está, hombre», le debió aconsejar.
El presidente del Barcelona se enteró en plena fiesta malagueña de la espantá africana. Lejos de lanzar un pequeño tirón de orejas al jugador, el presidente azulgrana le echó varios capotes, alguno de ellos (o todos) objetivamente discutibles en el marco de un vestuario con muchas estrellas.
«Samuel lleva cinco meses y tenemos que estar todos de su lado. Sabemos que se trata de un futbolista con un carácter muy especial que le ha hecho ser así de grande y alcanzar un nivel futbolístico excepcional. Estoy convencido de que Rijkaard, que sabe llevar al grupo de forma magnífica, va a solucionar este asunto».
El último affaire disciplinario de Eto'o se dio en el partido de vuelta de la Supercopa de España, cuando el Barça jugó contra el Espanyol el pasado verano. Cuando fue sustituido, con el partido ya decidido, se marchó del estadio contrariado y sin esperar a la entrega del trofeo.
Ayer, hasta el polémico episodio había sido una tarde de transistores, con medio estadio pendiente de las noticias que llegaban del Martín Carpena. Varias pancartas de apoyo a Oleguer rompían en la escena habitual de las noches del Camp Nou.
Jordi Trias era Karl Malone y Ronaldinho reivindicaba con goles y acciones imposibles que sigue siendo la niña de los ojos de la afición. Messi volvió a demostrar que es un diablillo malintencionado con el balón, y hasta el futbolista-opinador gozó de su cuota de gloria al ser saludado con el característico «¡Uh, uh, Oleguer!».
Pero este convulso final llegó sólo al final, cuando Ivanovic rompía sus pétreas facciones para esbozar su primera sonrisa desde que llegó a Barcelona y Fran Vázquez cortaba la red de la canasta en el Martín Carpena. Hasta ese momento, el Camp Nou se había desesperado en el primer cuarto de choque con las ocasiones falladas por Iniesta, mientras Navarro destrozaba a Bullock y al Madrid.
Ya en el segundo cuarto, y mientras los gigantes azulgranas mantenían su ventaja, el estadio hubo de aguantar la enésima chiquillada de Belletti antes de estallar con la parada de Valdés en el penalti picado por Garay. En el tercero, los goles de Ronaldinho aliviaron el terror a una remontada de los de Plaza. Lo que ocurrió en el cuarto encendió la mecha: Eto'o se pasó.