Laporta habría querido decir más cosas, pero es rehén de su propio discurso, de la institución que gobierna y de la crispación nacionalista y nacional, que en otras ocasiones se ha cebado injustamente con Oleguer, como cuando fue llamado a una preconcentración por Luis Aragonés. ¿Por qué escandalizarse de que un independentista pueda jugar con España si otros con sus mismas ideas están por derecho en la alineación de la selección más representativa y justa de un país, el Parlamento?

En realidad, el hecho de que Oleguer hablara del artículo publicado en el semanario Directa y en el diario vasco Berria en las instalaciones del Camp Nou, le ofreció a Laporta la coartada para poder censurarlo públicamente por haber implicado a la institución y, no lo olvidemos, a sus patrocinadores. De haberse pronunciado en otro lugar, el presidente y el Barça se habrían visto en una difícil encrucijada, atrapados entre la línea argumental del més que un club y la imprudente reflexión del futbolista. Y es que el artículo, que concluye con una duda, lo que demuestra inteligencia por parte de Oleguer, pretende ser eso, un ejercicio de reflexión, pero utópico, improcedente y hasta insultante, porque la muerte no deja espacio a la razón.

El artículo perseguirá por los campos de fútbol a Oleguer, un mito de los antisistema porque flirtea con el capitalismo sin contaminarse, excepto por su dinero, a pesar de que vaya a los entrenamientos en furgoneta o de vez en cuando utilice el tren. Según dice, no se morirá de hambre por perder el patrocinio de Kelme, que ha obtenido con la polémica una excepcional publicidad en su mayor cuota de su mercado. Sería muy pernicioso, sin embargo, para un club que lleva UNICEF en su camiseta que sus sponsors tomaran ejemplo. Tampoco las críticas al sistema judicial español parecen lo más apropiado para un club al que conviene el buen trato con magistrados de todo orden, sea por sanciones, recalificaciones o nacionalizaciones.

Oleguer, que sí hizo un gran servicio a la entidad azulgrana y liberó a Laporta de la presión de la Generalitat cuando dijo que ningún jugador llevaría la pancarta de apoyo al Estatut, es libre de pensar lo que quiera, pero debe controlar sus extravagancias antisistema, porque si juegas en el Barcelona, estás en el sistema.