Lunes, 12 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6266.
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 DEPORTES
BALONCESTO / Copa del Rey
Grande por aclamación
EL BARCELONA DOMINA EL TORNEO Y LOGRA SU PRIMER TITULO DESDE LA LIGA DE 2004 EL REAL MADRID, MUY DESGASTADO Y ASFIXIADO POR LA DEFENSA AZULGRANA, CARECIO DE RESPUESTA TRAS UN PRIMER CUARTO LAMENTABLE FALLO 26 TRIPLES

REAL MADRID 53

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WINTERTHUR BARÇA 69

Tunceri (6)

Bullock (15)

M. Tomas (3)

F. Reyes (14)

H. Sonseca (-)

C. Smith (4)

Hervelle (10)

R. López (-)

Sekulic (1)

Milic (-)

Lakovic (16)

Navarro (14)

Basile (-)

Trias (10)

F. Vázquez (8)

De la Fuente (-)

Kakiouzis (3)

Marconato (-)

Ukic (8)

Grimau (10)

Arbitros: Arteaga, Pérez Pérez e Hierrezuelo

JOSÉ MARIA MARTIN CARPENA. LLENO.

Eliminados: No hubo.

Estadística: Tiros de dos: 14/35 (40%)-17/33 (51%). Triples: 4/30 (13%)-8/20 (40%). Tiros libres: 13/17 (76%)-11/14 (78%). Rebotes: 37-35. Asistencias: 4-14. Pérdidas: 12-12.

MALAGA.- Dirá siempre Dusko Ivanovic que el cansancio es «una sensación psicológica». Lo repetirá con la convicción de quien sinceramente lo cree y aplica en su quehacer. Podrá avalar su tesis con documentación de algún experto de firma barata, escribir un ensayo al respecto o lanzar un coleccionable. Aclaran los sabios de la Real Academia sobre el cansancio: «Falta de fuerzas que resulta de haberse fatigado». En el deporte, supone una cuestión capital. El Barcelona se presentó por la mañana en el Martín Carpena para ejercitarse en el tiro. A esas horas, en las habitaciones del hotel, los fisioterapeutas del Madrid hacían horas extras con sus jugadores. Esa diferencia supone una prueba de lo que obliga el desgaste, opina el blanco Joan Plaza, establecido en las antípodas de Dusko. Los dos técnicos de la final, rivales hasta en la valoración de la fatiga, ninguno en la certeza.

La pesadez de músculos puede explicar la falta de respuesta del perdedor y la ligera credibilidad de sus intentos de remontada. La carga acumulada excusa parcialmente a Louis Bullock, Raúl López y Charles Smith. Sin embargo, la victoria tiene otras razones. Se originó en el primer cuarto, cuando el cansancio aún no erosiona. No hay excusa por tanto ni depreciación posible del triunfo, justo.

El éxito pertenece por completo a quien lo trabaja, persigue y conoce. Como mucho admite la objeción de que se sustenta en un planteamiento huraño. El Madrid divulga otro modelo, de velocidad y pase (ayer se quedó en cuatro asistencias, nada); una filosofía batida en esta Copa. Sonríe Ivanovic, al que felicitaron los aficionados del Tau, su anterior club, antes que los propios. Se estrena en los altares en su segunda temporada culé. No se bautiza solo. A su lado, Laporta, que ya tuvo dos glorias en el baloncesto, dos Ligas que apenas le pertenecían, pues fecundaron de la inercia de la anterior directiva. La afición azulgrana del baloncesto vivía enemistada con el presidente. No saltaba de alegría desde 2004 y ahora, por fin, puede. Su festejo parte de circunstancias paradójicas.

El Barça se coló en la Copa in extremis. En Málaga, ha exhibido otra rotundidad. Pasó sobre Unicaja el jueves; reposó el viernes, batió al DKV en semis y en la final, apabulló al Madrid, favorito menguante de viernes a domingo, colapsado.

El Barcelona, nada que ver. Pies espantando palomas en sus primeros contactos con el parqué. Irrumpió sin preámbulos y desfiguró a un contrario mal afeitado, con los zapatos sucios, con el traje roído, impresentable para la entrevista clave. Al Madrid se le estableció la tristeza en la comisura de los ojos asombrados por su incapacidad, nublados hacia el aro. Cuántas mentiras dicen los números, y cuántas verdades en la primera parte de ayer. Siete intentos necesitó el colectivo dirigido por Plaza para acertar su primera canasta, que emborronó más hasta conseguir la siguiente, 12 tiros después. Desde el triple, incluso empeoró la estadística. Probó 14 veces. Nada. A la 15, Bullock descubrió que el aro traga. Así, el Madrid se negaba. Un paisaje lóbrego para sus esperanzas de volver a ganar la Copa 14 años después. Ha defraudado la expectativa y sembrado dudas sobre su respuesta a la exigencia máxima.

En el primer cuarto, sumó una canasta en juego, cinco puntos; en el segundo, el doble, cifra igualmente pésima. No obstante se mantenía en el partido, concesión impropia del enemigo clásico. El Barça correspondió en ataque los primeros 13 minutos (9-26). Cerraba el rebote, todo lo posible, y corría. No se dejaba posesiones, circulaba el balón y crecía por dentro y fuera. Producían sus titulares, con equilibrio, bien calibradas las mirillas. En defensa, intimidó Vázquez, con dos tapones como presentación, y todos se sacrificaban para acentuar la ceguera del Madrid, un rasgo congénito en la tarde del domingo.

Perfecto para el Barça, que, sin embargo, al alcanzar el 13 de las supersticiones se afilió a la podredumbre ajena. El choque se igualó por abajo, aunque el inmenso aburrimiento tenía el compacto contrapunto de la transcendencia. Tampoco los jugadores desisten en estos días, aunque surja el everest.

Fran Vázquez volvió del descanso poseído por el espíritu de Gasol, que hace seis años hizo cosas similares en un encuentro similar. Con dos mates a cargo del gallego, la desventaja blanca se elevaba a los 20 puntos (15-35, min. 22). En un fogonazo de desesperación, el Madrid resucitó con un parcial 9-0, se colocó a distancias de 10 puntos y aguantó con el trabajo sucio de Hervelle y Reyes. Nunca acobardó seriamente. Cumplía en defensa; en la otra canasta, carecía de fluidez y de creatividad. Exploró como vía única el triple (26 fallos). Acabó por ceder terreno, anciano prematuro metro a metro, hasta hundirse.

Brillaba clara la visión del campeón de Copa y del mejor jugador del torneo, justamente Jordi Trias. Tiene vocación de internacionalidad, de selección de oro. Respondía ya cuando su equipo sufría y ahora que toma vuelo el conjunto de los 22 millones de euros, el chico reluce en una plantilla de estrellas.

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