Oscar Freire es un seguro de vida para el ciclismo español. Cuando está.Es que a veces no está, y se nota. Las lesiones le apartan con frecuencia. La maldita espalda. Por eso la temporada se le hace corta y estrecha. Por eso trata de aprovechar cada carrera. Por eso, si está bien, se presenta puntual a la salida de la Vuelta a Mallorca.
«Pedro Horrillo me llevó en volandas», dice Freire para explicar su victoria en la primera estación de la challenge isleña.
Los dos ciclistas españoles, el ganador y su ayudante, forman parte de un equipo holandés, el Rabobank, que ha exigido a sus corredores que entreguen una muestra de su ADN. Son los nuevos tiempos. Los tiempos difíciles del ciclismo. Con el ADN no se sabe si un ciclista se ha dopado. Sólo sirve para rebuscar restos genéticos en bolsas de sangre como las de la operación Puerto y para llevar más alarma social a un deporte deprimido, que aún no sabe quién ha ganado el Tour. Con Landis pleiteando en su país y en Francia, Pereiro no saldrá con el número uno en la próxima edición.
Muy pocos de los implicados en la intervención judicial han encontrado después un trabajo decente a pesar de no estar acusados de nada. De hecho, sólo Ivan Basso parece poder rehacer su carrera en el Discovery Channel -que adelanta un año su disolución y dejará el ciclismo a final de temporada-. Los demás intentan lo que pueden. Sevilla y Mancebo, con rutilantes contratos hace un año, fichan por el Relax, un equipo modesto de categoría Continental. Otros lo tienen aún peor.
Deprimido, sí. Y revuelto. Miren si no, lo que sucede en los despachos, entre las grandes pruebas por etapas -el Tour delante, con Giro y Vuelta a rebufo- y la Unión Ciclista Internacional. Manolo Saiz desapareció del ciclismo casi a la vez que salía en libertad del cuartelillo de la Guardia Civil, pero dejó la herencia del Pro Tour, que los organizadores potentes quieren enterrar y otro heredero, Pat McQuaid, se empeña en relanzar.
El Pro Tour se montó para conseguir más ingresos y revitalizar el ciclismo. No ha logrado ninguno de sus objetivos, pero la UCI se cierra en banda y sigue anunciando en su calendario de lujo las carreras que no le pertenecen, «y ya sabe cómo se llaman quienes quieren vender algo que no es suyo», dicen desde el Tour.
Así que habrá que esperar unas semanas para saber si el cisma se consuma en la París-Niza. La admisión del Unibet es la excusa. La Societé Tour de France, sólo reconoce 19 equipos, la UCI, 20. Como sucedió con la primitiva Euroliga de baloncesto, la Federación, que se dedica a amenazar a la Vuelta a España, se puede quedar sin argumentos.
Deprimido, revuelto, convulso. También invisible, al menos en España. TVE se ha desenganchado de las carreras. Quiere relegarlas a su canal Teledeporte y los organizadores han dicho que no. En Mallorca no hay cámaras, en un puñado más de carreras tampoco las habrá. Sin la tele no hay publicidad. Sin publicidad, no hay dinero.